Las líneas rojas cuánticas del Gobierno
A escala cuántica, los objetos exhiben un comportamiento ondular. Esto debe ocurrir con nuestro Gobierno, parece ser que tenemos unos dirigentes cuánticos con la capacidad de emitir y absorber energía en cantidades discretas y minúsculas. La línea roja, esa metáfora política ridícula que quiere hablar de los límites de la moralidad, la decencia o lo que sea, por lo visto también se pueden curvar, como el espacio en la mecánica cuántica.
Hemos asistido al último milagro científico enunciado por el ministro Bolaños. El terrorismo queda fuera de la amnistía si va contra los derechos humanos, si no va contra ellos, puede ser amnistiable. Es una cabriola cuántica en la que la línea roja famosa se curva de un modo sospechoso porque, no lo olvidemos, estamos ante una ley hecha a la carta para y por los que van a ser amnistiados.
La indignación de la ciudadanía debería ser también cuántica, exponencial, quizá, en un orden de magnitud desconocido.
Esta realidad no debería olvidarse. La ley y sus enmiendas las han escrito los que se van a beneficiar de ella. Si ya nos escandalizaba que los políticos indultaran a políticos, ahora no sé qué tenemos que pensar de políticos que escriben las leyes que los van a salvar de dar la cara ante la justicia como cualquier otro ciudadano. La indignación de la ciudadanía debería ser también cuántica, exponencial, quizá, en un orden de magnitud desconocido.
Sin embargo, nos encontramos con el cuento del relato, en el que un Gobierno que ya solo se preocupa por permanecer en el poder, justifica su inmoralidad, su falta de principios, su incumplimiento constante y vergonzoso y su romance crónico con la mentira en ser un antídoto contra sus presuntos oponentes políticos. Mientras no estén ellos, aquí puedo hacer lo que sea para mantenerme. Ya hemos dicho que si haces trampas al Monopoly, la partida se resiente y a los demás jugadores les cuesta respetar el turno y las normas. Ya se ha comprobado que la clase política no es el grupo más ejemplar de la ciudadanía.
El deterioro de nuestra democracia es evidente. El señalamiento y persecución a los jueces empieza a ser escandaloso. La lista de antiguos cargos socialistas en puestos en los que se presupone una cierta neutralidad empieza a ser demasiado larga. Su independencia es también una incógnita, una línea roja cuántica con una sospechosa capacidad de curvarse siempre hacia el mismo lado.