El debate sobre la altura de la silla de Pablo Motos en El Hormiguero

 El debate sobre la altura de la silla de Pablo Motos en El Hormiguero


Escrutamos cada palabra de Pablo Motos. Su éxito al frente de El Hormiguero se ha ido transformando también en una especie de examen diario de ejemplariedad que, en realidad, pocos superarían con nota. La crisis de imagen del programa en redes sociales se ha ido acrecentando con el paso del tiempo porque lo que se veía como un espacio familiar de evasivo divertimento se ha ido posicionando políticamente.

Todo es política, pero el show de Trancas y Barrancas ha acabado delatando brechas generacionales. Con tertulias escoradas a un lado que evidencia cómo a algunos les cuesta entender la constante evolución de las sensibilidades sociales. Para qué cambiar si estoy cómodo, aunque otros no lo estén. Entonces, es normal que no se comprenda que chirríe dudar sobre el color de pelo de Sofía Vergara. ¿Se realizaría tal cuestión a, por ejemplo, Javier Bardem? A un actor hombre que acude de promoción no se pone en duda su físico. 

Pregunta capilar aparte, el encuentro entre presentador y actriz fue un torbellino disfrutón. Para los dos. Aunque si lees las redes sociales no lo parece. Desde la minuciosa exploración de cada palabra, extrayendo los diálogos de su contexto, ha dado la sensación de que la charla fue un ring de boxeo dialéctico plagado de «zascas» que incomodaron al comunicador español. Hasta se ha analizado la posición de las sillas, donde es visible que la de Motos está mucho más alta que la de Vergara. «¡Machismo!», gritaban algunos al observar el asiento bastante más elevado que el de la intérprete.

Pero la respuesta a la posición de la silla es más sencilla: tiene su sentido televisivo. Para que el tiro de cámara que comparten entrevistado y entrevistador sea equilibrado, el buen programa de televisión ajusta las posiciones del asiento de cada protagonista. Así los dos artistas pueden ser vistos en una misma imagen con una composición proporcionada. Es una práctica que debería ser habitual, independientemente del sexo. En el caso de El Hormiguero, se decide además una diferenciación escénica. El modelo de silla de Motos es similar, pero no igual a la del convidado. El respaldo suyo es más alargado. De ahí que parezca que él está más encumbrado. 

Hace dos años se repitió la polémica con Jacob Petrus al descubrirse que estaba sobre un pequeño taburete en la emblemática retransmisión de las campanadas. No era complejo de altura, como se pintó, era simplemente un intento de componer mejor la imagen junto a Anne Igartiburu y con el reloj de la Puerta del Sol, centrado, de fondo.

Pero una vez que estás en el punto de mira, la explicación a la cuestión de estilo no sirve de mucho. Porque no queremos que la realidad nos desmonte la conspiración. Y Pablo Motos se ha convertido en una diana perfecta, haga lo que haga. Es el alma del programa más visto de la televisión, tiene la seguridad de las audiencias aunque, a la vez, debe lidiar con esa sensación de incomprensión de cuando no entiendes del todo por qué te critican tanto. Quizá porque desde la defensiva es difícil empatizar con determinados cambios sociales cuando has crecido siempre en un lado privilegiado de la sociedad. Hasta cuando creíste que no. Quizá porque, unos y otros en la simplificación de las burbujas de las redes sociales, estamos atricherándonos tanto en vehemencias que no hay posibilidad de intuir que, a veces, ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos.



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