“Un límite es una oportunidad para crecer”
Sevilla es la siguiente parada de #SoyAlfredo, el reto. Un calor sofocante me recibe en el Centro de Alto Rendimiento de la ciudad hispalense antes de empezar el siguiente desafío de un camino que me está transformando, tanto personal como profesionalmente.
Un cambio de indumentaria (había aterrizado en Sevilla con una camisa de manga larga) precede a una conversación en la que los nervios están a flor de piel desde el primer momento, pero que me hace avanzar como comunicador. Los folios que me han acompañado hasta ahora en #SoyAlfredo desaparecen de la grabación para dar paso a un diálogo intimista y personal con Virginia Díaz, remera del equipo nacional que a los 13 años se embarcó en lo que ella define como una aventura. Desde entonces no ha dejado de competir, viajar e ilusionarse con este deporte.
Virginia me recibe en su tarde libre porque su rutina diaria “bastante marcada” incluye varias sesiones de entrenamiento a lo largo de una misma jornada. Aunque esta preparación es importante, no lo son menos la alimentación y el descanso. En este punto, la cántabra ve clave el papel de los patrocinadores. “El hecho de que empresas como Iberdrola nos estén apoyando hace que podamos preparar las competiciones en las mejores condiciones”, reconoce.
Entrada en la treintena, durante la entrevista aflora su niña interior. Esa que comenzó a practicar remo en el colegio y que su actual preparador le pide a veces que recupere, sobre todo por la ilusión que desprendía. Un sentimiento que lleva poniendo casi 20 años encima de su embarcación en diversas competiciones hasta llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio de 2021. Vivir otros sería un sueño ya que, a pesar de que en la capital nipona los disfrutó, fueron diferentes por la pandemia. Aunque de pequeña no se veía capaz de estar ahí, considera que es muy emocionante haberlo logrado.
Lo consiguió gracias al apoyo de su familia y de su pareja, que es también su entrenador, y con el único foco de que un límite es un desafío. “Un límite es una oportunidad para crecer”, sentencia. Para avanzar en esta disciplina, un deporte en el que a diferencia del piragüismo se rema de espaldas, la parte física es importante, pero no lo es menos la mental, que, según Virginia, es lo que hace la diferencia. Lo dice la niña que empezó en su Astillero natal y que transmite ilusión, tanto en la competición como en la vida.
Una trayectoria en la que ha visto cómo su deporte ha ido caminando hacia la igualdad. “Estos últimos años me he dado cuenta del cambio y la evolución que ha tenido el remo femenino, porque cuando yo empecé éramos contadas”, reconoce a la par que cree que la equiparación es cuestión de tiempo. La aparición de referentes es algo que considera necesario y que ha evolucionado con el paso de los años. “Me fijé en quién tenía en casa. Hoy en día con todos los medios que hay, ver a mujeres tan características, es importante para las siguientes generaciones”, remarca la cántabra. Unos modelos que tiene en cuenta en su desarrollo profesional más allá del remo. Manifiesta que la actividad deportiva nos hace ver que somos todos iguales. “Una de las cosas que nos enseña el deporte es que no hay discapacidades”, me revela antes de hablarme de su vida fuera del agua y de invitarme a subir a una embarcación para probarla.