el éxito de vernos reflejados en la televisión

 el éxito de vernos reflejados en la televisión


Cuando Tu cara me suena se estrenó en 2011 consiguió lo más complicado en la televisión que se nos venía encima: una idea original autóctona lograba ponerse en marcha. Milagro.

Los grupos de comunicación requieren que los formatos que se les presenten vengan probados de fuera. Así es imposible que surja un Un, dos tres… responda otra vez o un Operación Triunfo hoy. Todo debe ser importado. Y las creatividades de casa se tiran a la basura. Si hay pocas novedades en la industria audiovisual internacional, no ayuda que los países no se atrevan a probar las ideas que nos hacen únicos y que son exportables al resto del mundo. Es lo que sucedió con Tu cara me suena, que fusiona la dinámica de un talent show  con esos aires de la espontaneidad de la verbena mediterránea que no se pueden inventar en otro estado. Antena 3 lo probó, y el formato brilló. En nuestro país, y después en otros tantos. Incluso en China. Lo explicaba muy bien su productor ejecutivo, Tinet Rubira, en un desayuno reciente de la Academia de la Televisión: “El gran éxito fue que compraran el formato, porque en China te lo copian todo”.

14 años después, Tu cara me suena mantiene su éxito y es el espectáculo de entretenimiento más visto de la televisión, a pesar de su veteranía. La fórmula maestra ha sabido evolucionar con los años para evitar el desgaste lógico de las cosas del crecer. Pero sin desvirtuar la esencia que ha convertido al programa en un lugar seguro para el público. Sembrando complicidades más que estridencias. 

En su buen rendimiento de audiencias, favorece que empieza a las diez de la noche en un país en el que se ha dado la vuelta a la lógica de la programación televisiva. El género del late night se emite justo después del informativo y las apuestas de prime time se relegan a horas trasnochadas. Imposible enganchar al público potencial con un gran show tan noctámbulo. La tele se va quedando desacompasada de los hábitos de la sociedad de hoy. Y los espectadores se van a allá donde no le hacen esperar. 

Tu cara me suena, en cambio, se inicia a las diez en un viernes de Antena 3 que los espectadores asocian al entretenimiento. Porque Atresmedia ha creado esta costumbre durante años. Tan importante. 

Pero, además, Tu cara me suena dispara las audiencias frente a otros talents shows porque mientras la mayoría se nota que son importados y repiten dinámicas anglosajonas (frases de taza hechas, siempre el mismo catálogo de canciones «reconocibles», escenografías previsibles con muchas telas y velas y una buena dosis de lágrimas intercambiables), TCMS habla el idioma de nuestro país y su cultura. Nos vemos vemos reflejados en el show. Sus galas no juegan al corte de edición yanqui y su historia se cuenta, de principio a fin, con un ramillete de tramas que guía un presentador, Manel Fuentes, hábil ordenando ideas y repartiendo juego en una grabación que transmite la imprevisibilidad del directo aunque sea enlatada.

Una gala que mantiene sus liturgias de origen, que jerarquizan el show sin la rabia de la prisa: la sintonía, la congregación de los títulos de crédito, el rato para la fantasía que se toma el clonador mutando a los concursantes en las celebrities a imitar… Estos ritos teatrales transforman un mero programa en una experiencia. Estos rituales son el truco de la magia de la tele. Se nota cuando hay inversión en imagen para que brote un show que se sienta show: cuidando la escenografía, cuidando la luz, cuidando la realización, cuidando el vestuario, cuidando la coreografía, cuando la interpretación… En definitiva, cuidando las liturgias. Hasta la parodia se toma muy en serio. 

Con esta combinación en equilibrio de elementos, el show nos ayuda a evadirnos de la rutina con la mezcla de la fantasía de la puesta en escena de actuaciones musicales icónicas y la alegría de las anécdotas que nos llevan a la emoción más terrenal. A veces, incluso nos despiertan la nostalgia por tiempos que incluso no vivimos. Lolita, sí. 

De hecho, Tu cara me suena se sustenta en que nos conecta con las ilusiones que tuvimos, las aspiraciones que mantenemos y las esperanzas que nunca fallan a través del intercambio generacional de canciones y artistas. No es entretenimiento hueco. La mejor fiesta es la que atesora un ideal detrás. Y, aquí, cada generación aprende viendo el programa. De las músicas de ayer. De las músicas de hoy. También de la propia diversidad de celebrities que congrega el show y representa a diferentes Españas dentro de España.

Mientras las redes sociales nos segregan en burbujas de autoconvencimiento, la tele que trasciende es la que nos pone a conocernos y, a veces, hasta nos permite entendernos Ahí nacen las grandes audiencias. El vínculo cómplice entre Bertín Osborne y Yenesi, por ejemplo, habla de esa sociedad que sigue representando la tele de masas. La que une. La que nos mezcla hasta desactivar los prejuicios fruto del desconocimiento.

Al final, la gran materia prima de Tu cara me suena es la admiración que mueve el mundo (y, por ende, la tele). La admiración de la que nacen los afectos: admiración a los artistas imitados, pero también la admiración de los artistas concursando, empatizando e intentando homenajear a otro artista. Aunque sea desde la comedia. Esa es la otra de las poderosas fortalezas de TCMS. Ni necesita irritación ni sensacionalismo ni pelea ni historias de superación porque sabe que las risas compartidas no solo son el motor de la televisión, también son un síntoma de inteligencia para la vida. 



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