Harris y Trump se la juegan con sus propuestas económicas
En un contexto de intensa polarización política y donde los sondeos pronostican un margen de diferencia muy ajustado, los candidatos demócrata y republicano a la Casa Blanca, Kamala Harris y Donald Trump, ofrecen a los votantes recetas aparentemente antagónicas para impulsar una economía que se mantiene fuerte pese a la incertidumbre global, con un mercado de trabajo funcionando a pleno rendimiento y una Reserva Federal volcada en conseguir un aterrizaje suave que permita controlar la inflación sin dañar la actividad.
Los aspirantes, que han puesto sobre la mesa medidas muy diferentes en ámbitos como el fiscal, la vivienda, el salario mínimo o la energía, tratan de empatizar con un votante atenazado por el aumento del coste de la vida los últimos años. Sin embargo, Harris y Trump ofrecen una respuesta más bien continuista para solucionar el problema de la deuda y del déficit públicos, verdadera ‘patata caliente’ para la primera economía del mundo, así como en lo relativo al comercio, donde el proteccionismo seguirá yendo a más si cumplen con sus promesas.
Esto último tendrá un impacto evidente para la Unión Europea. Los Veintisiete están en una situación cada vez más complicada como consecuencia de la guerra comercial abierta con las dos mayores potencias del planeta, EEUU y China. Su brecha de competitividad con ambas no ha parado de crecer en los últimos años y no parece probable que esas tensiones vayan a disiparse a partir del próximo 20 de enero, fecha de la toma de posesión del próximo presidente estadounidense.
Tanto Harris como Trump proponen políticas que podrían tener un impacto global significativo. El republicano apuesta por un proteccionismo agresivo centrado en los aranceles, mientras que la demócrata ha puesto sobre la mesa una estrategia más moderada pero igualmente enfocada en la protección de la economía nacional. «Ambos programas presentan riesgos para la estabilidad fiscal de EEUU y podrían influir en las relaciones comerciales internacionales, especialmente con China y Europa», advierten Judith Arnal y Federico Steinberg, investigadores del Real Instituto Elcano en un informe publicado recientemente.
La macro brilla… mientras la ‘micro’ se rasca el bolsillo
La clave en las urnas puede estar en la diferencia entre la macro y la micro. La macro ofrece una perspectiva muy optimista, con un PIB que siguió creciendo al 2,8% anualizado en el tercer trimestre pese a la tardanza de la Fed en rebajar los tipos de interés, una inflación que se moderó al 2,4% en septiembre y una tasa de paro en el 4,1%.
A pie de calle la perspectiva es algo diferente, puesto que los ciudadanos vienen haciendo frente los dos últimos años a una fuerte subida de las hipotecas, la sanidad, las guarderías y los gastos de dependencia, lo que ha generado un malestar notable y críticas a la gestión de Biden. A esto se suma el alza de precios del petróleo por la guerra en Oriente Medio, que podría traer nuevas subidas en el precio de la gasolina, un indicador clave para los estadounidenses.
En este marco, Trump apuesta por esa política comercial más agresiva con aranceles generalizados que serían como mínimo del 60% para China, del 20% para el resto del mundo y del 100% para países que se nieguen a comerciar con el dólar. En el caso de Kamala Harris estos se ceñirían sólo a aquellas economías consideradas enemigas, como la propia China, Rusia, Irán y Corea del Norte. La demócrata sería partidaria, además, de aplicar subsidios discriminatorios para el fomento de las inversiones verdes.
Rebajas fiscales agresivas frente a mayor gasto social
Precisamente, en materia fiscal Trump se ha decantado por recortes generalizados de impuestos que incluyen una rebaja de la tributación de Sociedades al 15% y por eximir de tributación las propinas, las horas extraordinarias y las prestaciones de la Seguridad Social. Su objetivo es, además, mantener las rebajas que aprobó en 2017 y que expiran el año que viene.
Son medidas fiscales que el líder neoyorquino sacó adelante durante su primer mandato y que favorecieron a las rentas más altas, las familias con hijos y los grandes patrimonios. Harris limitaría esas rebajas a las familias con ingresos inferiores a 400.000 euros, lo que en la práctica supone una subida de impuestos a las rentas más altas. Los analistas advierten de que cualquier beneficio económico derivado de las rebajas de impuestos podría verse fácilmente contrarrestado por los efectos negativos de los aranceles que, entre otras cosas, desincentivarían la inversión empresarial.
La actual vicepresidenta apuesta por elevar el gasto público en subsidios para vivienda, sanidad y cuidados infantiles. Harris se ha comprometido, así, a aumentar el salario mínimo o a fijar permisos familiares y médicos remunerados. Unos planes que, en principio, tendrían un impacto menos negativo en las cuentas públicas que los del republicano. Kamala Harris pretende prohibir que las compañías fijen precios abusivos para los alimentos a nivel federal y vetar las grandes operaciones de concentración en el sector agroalimentario para respaldar la competencia.
Todas estas actuaciones apoyarían la batalla de la Reserva Federal contra la inflación, un problema que Donald Trump apuesta por combatir eliminando trabas al petróleo y al gas y promocionando la construcción de centrales eléctricas, entre otras medidas.
En materia de vivienda, Harris ha puesto el foco en las ayudas directas de hasta 25.000 dólares para quienes adquieran su primera vivienda, así como una desgravación que promocione la construcción de inmuebles destinados al alquiler asequible. Trump apuesta por incentivos fiscales a la vivienda en propiedad y también contempla fijar algún tipo de ayuda a los nuevos demandantes.