Industria, turismo e inmigración marcan la diferencia de la economía española en la UE

 Industria, turismo e inmigración marcan la diferencia de la economía española en la UE



La industria española ha resistido mejor el golpe de la crisis inflacionaria y energética que la de otras grandes economías del entorno, como la alemana. Lo ha puesto de manifiesto el Banco de España en su último informe trimestral, publicado recientemente. Su resiliencia, junto con el fuerte aumento de la población por los flujos migratorios y el empuje del turismo son algunas claves que han explicado el crecimiento diferencial que la economía nacional ha venido manteniendo con respecto a otras del entorno. El viernes el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó que el PIB avanzó un 0,8% en el segundo trimestre en relación al primero, cuatro veces más que la media de la Eurozona.

El organismo capitaneado por José Luis Escrivá constata que la industria española ha sido capaz de mejorar su eficiencia tras la pandemia, empleando menos energía para producir, a la vez que ha logrado rebajar también su dependencia energéticas del exterior. Cruzando sus propios datos con los del INE, la Comisión Europea, Eurostat y Red Eléctrica, la entidad sitúa esa dependencia en el 68,5% a finales de 2023, cuando al inicio de la pasada crisis financiera superaba el 80% y antes de que estallase la Covid se mantenía en el 75%. El BdE define la dependencia energética como la ratio de la diferencia entre importaciones y exportaciones energéticas reales y la energía bruta disponible. 

Esto explicaría en buena medida su mejor desempeño, si bien existen otros factores como la posición energética de España, su acceso a renovables y, en general, el precio de la energía más barato que en el resto de Europa, apunta a ‘La Información’ Raymond Torres. El director de Coyuntura de Funcas considera que todo ello ha propulsado una mejora de la competitividad en términos de costes energéticos con respecto a los países del Centro de Europa. Otro elemento relevante sería la menor dependencia del mercado chino. 

En el caso de España el principal cliente es la UE, destino del 62,7% de las exportaciones en 2023, según el ministerio de Economía, Comercio y Empresa. «Nosotros dependemos sobremanera de los intercambios con el resto de Europa. Como además tenemos ese factor de competitividad, esto ha facilitado el crecimiento de la industria española en relación a otras», señala Torres. España tiene superávit en los intercambios con el resto de la UE, frente al déficit de Francia, la reducción del superávit muy fuerte de Italia y el menor saldo positivo de Alemania.

Mientras, China y Rusia habían sido importantes mercados de exportación para la ‘locomotora’ europea y ahora han perdido peso. La demanda interna de la segunda economía mundial está en plena desaceleración por el estallido de la burbuja de crédito y en el caso ruso el motivo son las sanciones tras la invasión de Ucrania. El economista apunta a un tercer factor, más especulativo, que tiene que ver con la reconfiguración de las cadenas de suministro tras los cuellos de botella que se generaron en el desconfinamiento.

«Las empresas han intentado acortar las cadenas de suministro para reducir la dependencia de lugares alejados o poco seguros y esto en algunos sectores, como el farmacéutico, ha podido beneficiar a la industria europea», añade Raymond Torres.

La crisis del automóvil

En plena tormenta comercial por el posible mantenimiento de los aranceles a los coches eléctricos chinos de aquí a cinco años, medida que los Veintisiete podrían votar a partir de este lunes, la preocupación es máxima para un sector clave en la región. El automóvil aporta alrededor del 8% al PIB del conjunto y da empleo a 13 millones de personas, cifra que representa el 6% de toda la fuerza laboral de la UE. En el caso español, la automoción representa el 10% de la economía y proporciona cerca de 2 millones de puestos de trabajo.

La Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) ha vuelto a exigir «medidas urgentes» ante la caída continua de la cuota de mercado de los coches eléctricos de batería en la Unión Europea. En agosto, el último mes para el que existen datos disponibles, las matriculaciones de automóviles nuevos se desplomaron un 18,3% en suelo comunitario.

España, como Alemania, Hungría o Suecia, se opone a mantener los aranceles que empezaron a aplicarse en verano. La primera economía europea cuenta con parte de su producción en el gigante asiático e importantes vínculos comerciales y las grandes firmas, como Volkswagen, están tratando de ejercer presión por los efectos negativos que esta propuesta ya tiene en su actividad. A España no sólo le preocupa el impacto en su industria automotriz, sino que se produzcan posibles represalias en otras como la de la carne de porcino.

Debate en Europa… y en España

Esta misma semana, en el marco del Consejo de Competitividad europeo que analizó el Informe Draghi y debatió acerca del marco de ayudas estatales, España reclamó un nuevo pacto europeo para la industria que garantice una competencia justa con terceros países. El sector necesita un entorno de competencia «justo», donde los productos fabricados bajo estrictas normativas medioambientales «no queden en desventaja frente a los importados de países con requisitos menos rigurosos», defendió el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu.

El debate no se ciñe a Europa. A nivel interno, los sindicatos CC.OO. y UGT han pedido de altura de miras de los diferentes grupos parlamentarios para consensuar una normativa que permita fijar una política «fuerte» en este ámbito. El Gobierno pretende sacar adelante la Ley de Industria y Autonomía Estratégica, reforma comprometida en el componente 12 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, para reformar el texto vigente desde 1992. Esta permitiría adaptar la industria al marco jurídico europeo y contribuir a la meta de reforzar la competitividad y la autonomía estratégica de la región, pero también tratar de recuperar la inversión.



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