El éxito del drama de Maite Galdeano y Sofía Suescun en Telecinco, la cadena atrapada en las miserias ajenas

 El éxito del drama de Maite Galdeano y Sofía Suescun en Telecinco, la cadena atrapada en las miserias ajenas


Para demostrar que quieres cambiar es necesario visibilizar que has cambiado. Así Telecinco retiró Sálvame, programa que daba a Mediaset el liderazgo perdido en las tardes. Incluso a pesar de apuntar síntomas de desgaste. La audiencia de este reality show sin necesidad de encerrar a nadie en una casa congregaba a un público que parece haber desaparecido de la tele tradicional. Quizá porque no se identifica con el resto de la oferta de las cadenas generalistas actuales, con unos atardeceres de más sucesos y menos risas. 

Sin embargo, es evidente que Telecinco necesitaba cambiar, crecer, encontrar nuevos lugares para evidenciar que podía llegar a los públicos que repelen la imagen de cadena donde, a veces, hay que tapar los ojos a los niños por los gritos, por los sobresaltos, por los okupas, por las cizañas. Por lo que sea.

Pero qué difícil es cambiar cuando la sociedad asocia tu sintonía a un género determinado. La conquista de una imagen pública se traduce en años de perseverancia. De hecho, Telecinco consigue subir su audiencia cuando vuelve a las andadas. Así, estos días, el conflicto entre Maite Galdeano y Sofía Suescun ha disparado la cuota de pantalla de De viernes, formato estupendamente presentado por Beatriz Archidona y Santi Acosta (lo ha dicho hasta Mercedes Milá).

Madre e hija enfrentadas, desquiciadas, perdidas. Morbo por los cuatro costados que da escalofríos, pues no sabes hasta qué punto es un teatro para mantenerse en la tele o un tema tan serio que la tele no debería calentar más las cabezas.

Telecinco está atrapada en una puerta giratoria. Está dando luz verde a nuevos programas de entretenimiento más familiares, pero la necesidad hace que siempre termine regresando al tamiz de la polémica como revulsivo. Y, con el tiempo, se irá dando cuenta de que lo primero que quitó era de lo probablemente más blanco que tenía en la parrilla.

Cómo es la sociedad de las apariencias en la que vivimos. A veces, por la forma en las que las personas hablan, visten e incluso se sientan en una silla pensamos que un programa es más nefasto que otro. Cuando, a menudo, los que gritan más son más saludables a ojos del espectador porque se les ve venir de lejos. A los que susurran, no. 



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