La neverita de ‘Dan’up’ y otros iconos que llevábamos a las playas en verano
¿Recuerdan la neverita portátil de Dan’Up de Danone? Con su característica conjunción de rojo y blanco fue símbolo de las playas españolas en los días de verano de aquellos años noventa.
Danone realizó una astuta promoción para impulsar en el mercado su yogur bebible. Buscábamos debajo de la tapa de cada batido Dan’Up para ver si nos había tocado la nevera. Sólo bastaba con comprar unas cuantas botellas para que apareciera la pegatina con el premio. Luego, con este adhesivo, había que ir a pedir el minifrigorífico a la tienda. Y listo, ya era nuestra la necesidad que nos estaba despertando un anuncio.
La idea fue un boom. Primero porque el agasajo era realmente útil, segundo porque no era nada complicado conseguir la nevera. Era fácil sentir que la suerte estaba de tu lado. Que eso siempre anima. Así Danone ganó en simpatía e inundó playas y algunas montañas con su marca. Se calcula que una de cada cinco familias tuvo esta nevera de diseño pop, con una tapa con mango incorporado que era muy cómoda de portar y sencilla de abrir sin posibilidad de que se destartalara el invento. Fue tan icónica que, ahora, la nevera de segunda, tercera o cuarta mano, se vende como objeto de coleccionista. Danone no sólo logró visibilizarse en la temporada alta de su producto, creó un recuerdo colectivo.
Pero las playas siempre han sido un lugar donde colocar marcas. Un clásico son las sombrillas. ¿De qué heladera eran? ¿Camy, Frigo o Miko? Dos compañías clásicas que pusieron sombra a la costa de nuestro país durante años, mientras nos recordaban cómo podíamos refrescarnos. Comiéndonos un Frigopie, por ejemplo. O un Mikolápiz, también.
Aunque la pionera en estos menesteres fue Nivea con su inolvidable pelota hinchable que caía literalmente del cielo y simulaba la lata clásica de la crema. Con el reconocible azul y el logo bien centrado era suficiente. Una idea publicitaria que nació en Alemania a principios del siglo XX y, después de la segunda Guerra Mundial, se fue exportando con éxito. Nacía una enseña que ha quedado marcada en la retina de generaciones.
La pelota se lanzaba desde avionetas (sí, desde avionetas) para que se hiciera con ella el personal que estaba tomando el fuego del Sol o chapoteando en la orilla. Tan normal nos parecía. Aunque nos pudiera dar un pelotazo en la cabeza mientras echábamos la siesta. Algunos hasta se peleaban por tener la pelota de marras. Pero, en 1988, la Ley de Costas prohibió este tipo de promociones aéreas que contaminaban al ir lanzando residuos de plástico al mar. Promociones, pues nunca fueron regalos. Eran y son una hábil forma de convertirnos en soportes publicitarios.