Nacho Cano y la excitación de la conspiración que domina el debate público

 Nacho Cano y la excitación de la conspiración que domina el debate público


Hubo una sociedad en la que los datos contrastados guiaban la información, ahora da la sensación que es al revés: el relato emocional arrasa con el rigor de los datos. O, al menos, lo intenta. Así que Nacho Cano corrió a convocar una rueda de prensa en cuanto se conoció la noticia de su detención por supuestas irregularidades laborales en el musical Malinche, que va, por cierto, de una mujer que fue esclava de los colonizadores, entre otras cosas. Qué paradoja.

Ya estaba hecho. Cano no daba tiempo a la información y cogía las riendas del relato. Pero, entre explicación y explicación, el ex integrante de Mecano se lanzó a la conspiración que nos atrae tanto. Esa conspiración que, a menudo, se queja de no tener libertad. Aunque esté diciéndolo en televisión. Pero da igual, lo importante es arrojar efectistas eslóganes para camelar a los fans. E ir de víctima, claro. Así Cano desvía la atención del problema real y pone de su parte a aquellos creyentes que sólo piensan en una dirección, según a quien te arrimes. 

Objetivo cumplido. La verdad pasa a un segundo plano y el foco de atención se queda en el show que tiene hasta aplausos. Se deja de hablar de aquello que se ha destapado y nos quedamos embobados con exclamaciones encendidas, a favor o en contra dependiendo de la ideología que tenga cada uno. Incluso el compositor de El Club de los Humildes osa en acusar a la policía, a la vez que esparce bulos tantas veces desmentidos. Muy a tono con los discursos populistas que nos rodean. Muy a lo Trump. Muy a lo Milei, donde parece que se increpa antes de que se piensa. Sin complejos, con ombliguismo. Lo que le obliga días después a matizar sus aireadas palabras, cuando la objetividad se va abriendo camino.

Pero este narcisismo de «digo lo que me da la gana porque yo lo valgo» retrata la sociedad yoísta, caracterizada porque siempre culpa a los demás. Y mientras se culpa a otros, además, se siente el regustillo de la superioridad sobre el resto de los mortales.

Vivir una fama apoteósica desde tan joven puede despertar un adanismo que empuja a pensar que eres el centro del planeta. No sólo se debería agradecer tu alabado arte, también se debería gratificar cómo otorgas oportunidades a aquellos que eliges con tu dedo índice de buena persona. 

Los propios afectados lo piensan. Creen proteger a su maestro en una entrevista en La Sexta cuando, en realidad, están delatando situaciones que no representan una sociedad desarrollada, justa y solidaria, en la que ya no se paga con billetes en sobres. Pero ellos lo han normalizado, cual peaje para llegar al triunfo con su nombre escrito en bombillas de colores.

Quizá estén cegados por el futuro prometedor que les vendieron. Quizá estemos ya un poco obcecados. En la sociedad hiperconectada que habitamos la reacción emocional sobreviene mucho antes que el conocimiento real. Por eso mismo, Nacho Cano jugó a la táctica de organizar una rueda de prensa nada más saltar la noticia. Encendido, dejó colocados todos sus mensajes y la información por contrastar quedó diluida gracias a la excitación de la conspiración que domina el debate público. Hasta cuando los argumentos son un dislate. Nos es indiferente, hace mucho tiempo que compramos los disparates porque dan clics, dan risa, dan cabreo, dan ovaciones, dan aquello que quieres escuchar… Y, sobre todo, dan entretenimiento. Que es el nutriente de una sociedad individualista: estar distraídos, interiorizando que nada va con nosotros. Aunque la serenidad de nuestro futuro dependa por completo de la calidad de los derechos humanos de cada uno de los integrantes de la sociedad. Becarios incluidos. 



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