Jessica Fletcher contra el paternalismo

¿Quién dijo que los millennial hemos sido la generación de la transformación digital? Hasta para eso se nos adelantó Ángela Landsbury. Solo hay que ver las cabeceras de Se ha escrito un crimen.
Jessica Fletcher empezó tecleando en una máquina de escribir durante los acordes de su inolvidable sintonía. Pero, con los años, la cabecera cambió. Y la escritora de Cabot Cove estrenó un ordenador gigante de sobremesa. De esos con una buena pantalla de tubo.
Fletcher ya podía corregir de forma más rápida gracias a su computadora. Y la veíamos frente al monitor completamente concentrada, durante la pegadiza canción que era carta de presentación del serial.

Porque Jessica siempre estaba a la última. De hecho, en la careta de la serie no tardó en jubilar el ordenador e incorporó un portátil. De los primeros: listo para llevar en el bolso, un bolso muy grande, y sacarlo cuando la inspiración sobresaltaba en su mente de novelista que allá donde pisaba había un asesinato.

La propia Jessica se planteó su mal fario en un capítulo: «creo que no doy mucha suerte«. Se lo dijo a una amiga con su capacidad de ser educada y socarrona, a la vez. Lograba casar palabras que, a simple vista, podían parecer contradictorias. Es el quid de su éxito. Tan resabiada y tan empática. Tan siglo XX y tan moderna. Tan conservadora y tan a la última.
Una escritora resolviendo crímenes poniendo al espectador a jugar al Cluedo, pero al mismo tiempo evidenciando el paternalismo que sufren las mujeres. Ellos pueden ser torpes, ellas son tratadas con complacencia. Se ha escrito un crimen sigue vigente cuatro décadas después de su estreno, ahora en emisión en el nuevo canal Vin (AMC), porque muestra muy bien a la sociedad de la que venimos, en donde una mujer independiente era juzgada por permitirse ir por libre. Más todavía si osaba en mirar donde otros eran incapaces ni siquiera de ver.