La modernidad que aporta Yenesi a ‘Tu cara me suena’

 La modernidad que aporta Yenesi a ‘Tu cara me suena’


Ana Guerra no puede parar de reírse. «Es que has tenido tres buenísimas», dice a Yenesi que va camino del clonador de Tu cara me suena para transformarse en la artista anteriormente conocida como Tamara. Hoy, Yurena. «¿Qué piso es?«, pregunta al meterse en el elevador que ejerce la magia de la tele. Un chiste demasiado evidente que se podía haber consumado tantas veces en los doce años de vida de este programa y que, sin embargo, suena a nuevo en boca de Yenesi.

La Támara original, la que algunos llamaban Tamara la mala en otras épocas más crueles, está esperando al otro lado: para ver cómo se la imita. Se ha puesto un vestido de cola larga que pretende ser lo más visto de la noche, a la vez que podría ser un disfraz de cebolla en carnaval. Yenesi canta A por ti. Tamara desde su sitio, también.

Los planos de reacción nos recuerdan que Tamara es de ese arquetipo de personas que remarca cada palabra de las canciones con un gesto. «A por ti», pues a señalar con el dedo. «Sin ropa interior», pues a frotarse un poco. «Yo eso no lo hago, por lo que sea. Porque cojo una cistitis y tengo que venir aquí todos los viernes y no puedo estar medicada», remata Yenesi.

Yurena lleva dos décadas pisando platós de televisión, pero sigue actuando como si estuviera de noche de amigas en karaoke a las tres de la mañana. Es su gracia. Pero no la de Yenesi, que da la vuelta a la imitación con una interpretación menos literal, más inteligente. 

Yenesi ya es el contrapunto perfecto para Tu cara me suena. En el programa de Antena 3, representa a la modernidad de unas nuevas generaciones que parecen que se han educado a golpe de la simplificación del meme y, en realidad, sus circunstancias vitales les han llevado a una mirada abierta de prejuicios que les permite utilizar el humor más socarrón como arma que se lanza con todo, pero sin hacer daño a nadie.  Porque su ironía delata, pero sin querer mirar por encima del hombro. Es la risa que nos une, sin snobismo.

Normal que Ana Guerra no pueda pararse de reír. Yenesi logra la pulla en el momento exacto, la pulla que no es evidente y, al mismo tiempo, deja pensando a los evidentes. La pulla que hasta sabe callarse cuando toca, como en ese instante en el que Yurena necesita especificar que «nací sin cola», tan fuera de tono del tiempo en el que habita este programa. Yenesi practica la pulla lúcida, que da color incluso en los silencios, los silencios cómodos y los silencios incómodos. La pulla que logra la magia del buen rollo. Aunque no entiendas su socarronería concreta, traviesa y anti-sociedad de la apariencias. Le pasó a Yurena, que sigue sin pillar los chistes como cuando la conocimos en aquellas noches de Crónicas Marcianas. La diferencia es que ahora, por fin, nos reímos con ella y no de ella. En eso la tele ha cambiado, a mejor. Nuestra sensibilidad, también.



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