La contradicción de Miguel Bosé

Miguel Bosé es capaz de ir un día a El Hormiguero y denunciar cómo en su juventud se obligaba a fingir a personas a ser como no eran y, meses después, volver al programa de Pablo Motos y verbalizar que ya no hay libertad como en los años setenta y ochenta. Lo hace un prime time que rebosa libertad.
La historia se ha repetido este jueves. Somos así de contradictorios. Aquellos que reclaman haber perdido la libertad son los que más siguen hablando con libertad en horario de máxima audiencia. Y, paradójicamente, terminan demostrando que atesoran la libertad que dicen haber perdido. Hasta cuando no la tuvieron, como es el caso de Bosé que tuvo que vivir disfrazado de eufemismos ante los ojos de un mundo que empujaba la diversidad sexual a la oscuridad. O entrabas en un único carril de «heterosexual de bien» o te reducían a la turbiedad de «vago y maleante». Y eso que él creció en una familia protegida por la dictadura. La del vigoroso torero y la magnética actriz italiana.
Pero el efecto karaoke de los que odian sigue haciendo mella. En todos. Incluso en algunos de aquellos que todavía sufren los complejos de haber sido durante décadas discriminados. La técnica funciona. Consiste en repetir, una y otra vez, victimismos como reclamo que desvía la atención de los verdaderos problemas. Estas proclamas reducen a minorías históricamente oprimidas, que solo intentan ampliar derechos humanos para lograr la igualdad, en censores. Lo hacen acuñando términos que pretenden deshumanizar a las personas cuando no hay argumentos racionales para responder a sus reivindicaciones: «wokes«, «lobbies» y otros palabros.
Es curioso como los que se autodenominan censurados son los que siguen con la boca tan abierta como siempre, pues continúan disponiendo de la mayor parte de los altavoces mediáticos. Porque no sufren la censura. Al contrario, la libertad es más fuerte que nunca. Tanto, que ahora hasta contestan aquellos que antes no podían. Aquellos que antes estaban señalados, humillados y, como consecuencia, callados. Incluso les puede responder la ciencia con estudios contrastados para desmontar sus prejuicios. Ese es el problema. Esa es la pataleta. La democratización de Internet, con todos sus defectos, ha ampliado los márgenes de la conversación pública.
Queda en evidencia que no se trata de censura, tal vez solo sea una falta de costumbre de mirar más allá de nuestro propio ombligo. Ayuda que nos han explicado regular el significado de libertad. Más de uno piensa que significa «hago lo que me da la gana», otros han aprendido que la verdadera libertad es la empatía hecha convivencia.