«La salud mental es la base de una inclusión real», la psiquiatra Ana Isabel Sanz alerta del abandono emocional en discapacidad

 «La salud mental es la base de una inclusión real», la psiquiatra Ana Isabel Sanz alerta del abandono emocional en discapacidad


Ana Isabel Sanz es directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias y del departamento de Psiquiatría del Centro Dionisia Plaza de Madrid. Con una trayectoria centrada en los trastornos afectivos, la infancia y la discapacidad, ha sido reconocida recientemente en los Premios Europeos de Medicina como una de las voces más destacadas de la psiquiatría actual. En esta entrevista con 20minutos, Sanz advierte del retraso en la detección del alzhéimer, denuncia el impacto del estigma en menores con discapacidad y reclama una transformación ética y estructural en los sistemas de atención para garantizar una verdadera inclusión.

«Los síntomasasan desapercibidos o se atribuyen a causas erróneas»

Se tiende a asociar el alzhéimer exclusivamente con la pérdida de memoria, pero usted ha señalado que hay otros síntomas psiquiátricos que pueden aparecer antes. ¿Cuáles son esos síntomas y cómo pueden afectar la autonomía de la persona en sus primeras fases?La enfermedad de Alzheimer implica un proceso largo de degeneración del tejido cerebral. Antes de que los síntomas de pérdida de memoria y otros déficits neurológicos sean evidentes suelen aparecer incluso años antes manifestaciones que afectan a diferentes aspectos del funcionamiento del individuo, como:
El estado de ánimo: alteraciones que se pueden manifestar con irritabilidad, disminución de la capacidad para el control emocional, cambios bruscos en el estado afectivo; cambios en la motivación y el interés por el entorno o las relaciones; la flexibilidad del pensamiento, lo que se concreta en ideas repetitivas en torno a preocupaciones fijas e irracionales en su intensidad, como la preocupación por la estabilidad económica o por posibles enfermedades físicas, y ciertas capacidades neurológicas como la alteración episódica de la orientación espacial y la pérdida de precisión en el reconocimiento e interpretación adecuadas de ciertos estímulos visuales.
Se trata de indicios tan sutiles y poco sugerentes de una incipiente demencia que pasan desapercibidos o se atribuyen a causas erróneas, como un posible cuadro depresivo, una enfermedad física funcional o, incluso, la falta de interés de la persona en comportarse como se espera de un adulto bien adaptado, es decir, como dejadez voluntaria o pérdida de atención a las exigencias sociales.
La consecuencia más inmediata de estos primeros desajustes suele ser un progresivo aislamiento y la aparición de conflictos interpersonales crecientes que deterioran la convivencia hasta con las personas más cercanas y que se hayan más vinculadas afectivamente al sujeto afectado.

La detección temprana de estos síntomas podría facilitar un diagnóstico precoz y mejores estrategias de intervención. Sin embargo, ¿cree que el sistema de salud y los servicios sociales están preparados para atender adecuadamente a las personas con alzhéimer en sus primeras etapas, cuando aún no tienen una gran dependencia, pero ya requieren apoyos?A pesar de los indudables esfuerzos de investigación que se están llevando a cabo sobre este tipo de demencia, desgraciadamente tales iniciativas no se correlacionan con una mejor atención o un esfuerzo preventivo efectivo en los niveles básicos del sistema sanitario y de atención social. En estos sectores asistenciales, que son los más próximos a los posibles afectados por esta degeneración del Sistema Nervioso Central, se contempla el posible diagnóstico de una demencia de este perfil solo cuando ya hay evidencias muy avanzadas del problema subyacente y, sobre todo, cuando como consecuencia de los síntomas surgen problemas con repercusión conductual, es decir auto o heteroagresividad, pérdidas, errores graves en rutinas cotidianas entre otros riesgos.
Ese retraso en el enfoque preventivo y del diagnóstico precoz de la demencia tipo alzhéimer en la práctica cotidiana de un gran número de profesionales del sector sociosanitario implica no recurrir a las estrategias -limitadas pero existentes- que enlentecerían el desarrollo de la enfermedad. Además, conlleva dejar que la persona afectada llegue a un estado de dependencia y deterioro que empeora su pronóstico y la salubridad del entorno en que vive. La familia u otras personas cercanas sin información, ayuda o soportes preventivos sufren daños emocionales que serían minimizables si el diagnóstico y las medidas de abordaje precoz se aplicasen de forma sistemática y adecuada. Por ejemplo, ese tipo de sensibilidad disminuiría sin duda la necesidad de intervenciones forzadas ante problemas conductuales mal manejados que suelen conducir a institucionalizaciones forzadas y traumáticas en lugar de ser una opción madurada con tiempo como parte de un programa de atención que ha debido empezar mucho antes y contemplar medidas aplicables en el domicilio o en centros ocupacionales, siempre en función de las diferentes necesidades que surgen en cada momento evolutivo de la enfermedad.

«La vulnerabilidad futura de presentar problemas emocionales aumentará»

La depresión infantil y juvenil suele estar infradiagnosticada y banalizada. ¿Cómo impacta esto en menores con discapacidad, que a menudo enfrentan un mayor riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo debido a barreras sociales y falta de apoyos adecuados?Ignorar y no abordar la sintomatología depresiva en menores con discapacidad de cualquier índole implica no atender a la prevención de la pérdida de confianza en uno mismo, y de una visión ecuánime de los valores que toda persona tiene, más allá de sus dificultades en un ámbito concreto de la vida. En las personas con algún tipo de discapacidad sensorial, motriz, emocional o social la vulnerabilidad de que se desarrollen síntomas de tipo depresivo aumenta, y contemplar la detección precoz de estos debería ser un elemento fundamental de cualquier programa de intervención dirigido a la inclusión social y a la promoción de la salud integral de estos colectivos.
Cuando se pasa por alto este aspecto, se corre el riesgo de que, junto a los déficits detectados y contemplados en los programas de rehabilitación, surjan dificultades en la percepción de uno mismo y en la forma de relacionarse con otras personas y el entorno social. Si no se detectan, previenen y tratan adecuadamente las dificultades emocionales que pueden experimentar estos colectivos de menores, la vulnerabilidad
futura de presentar problemas emocionales futuros aumentará indudablemente y los esfuerzos por afrontar las discapacidades de otra naturaleza y conseguir una integración social satisfactoria se verán seriamente amenazados. En conclusión, no puede trabajarse por la inclusión real si no se atiende a la salud mental de los menores afectados y ello implica reconocer estar atento a los indicios incluso sutiles de unas
depresión incipiente y prestarles la atención especializada que necesitan y que está demostrada como exitosa. Los prejuicios que identifican la depresión con debilidad o los tratamientos como estigmatizantes son un peligro grave para una inclusión real y exitosa de esa persona en formación cuyo desarrollo le plantea exigencias específicas.

 ¿Considera que los profesionales de la salud mental están suficientemente preparados para diferenciar entre síntomas de depresión y manifestaciones propias de algunas discapacidades o trastornos del neurodesarrollo? ¿Cómo se puede mejorar esta formación?Se están haciendo esfuerzos claros por formar profesionales con bases formativas sólidas que les permiten conocer e identificar las diferencias entre los trastornos del neurodesarrollo y un cuadro depresivo, que puede requerir adaptar los protocolos habituales de intervención ante un menor con necesidades especiales por presentar exclusivamente una forma diferente de percibir, procesar y reaccionar emocional y conductualmente ante el entorno y la relación con otras personas.
Ese conocimiento existe, pero muchas veces sigue chocando con las ideas preconcebidas acerca de las intervenciones conductuales y farmacológicas necesarias y eficaces cuando se detecta una depresión. La sociedad, y los padres influidos por determinadas corrientes de opinión poco fundadas pero muy influyentes socialmente, se oponen a veces a que se adopten tratamientos eficaces ante una depresión porque tienen miedo. Desgraciadamente, el hecho de que los profesionales tengan los conocimientos necesarios se convierte en inútil si el entorno del menor se niega a escuchar esa opinión cualificada y prefiere optar por opiniones que demonizan las intervenciones reconocidas como eficaces y seguras. En este sentido, tal vez queda mucho por hacer en el campo de la sensibilización social a través de los medios de comunicación, contestando con respeto pero a la vez de forma tajante a los mensajes infundados que circulan indiscriminadamente por las redes sociales, páginas de internet de origen incierto o en las declaraciones de “líderes de opinión” cuya formación y conocimiento es más que discutible, pero que son escuchados como si fueran expertos.

Doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia
Doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia
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Muchos niños con autismo experimentan barreras en la escuela y en su vida social debido a una falta de comprensión de sus necesidades. Desde su experiencia, ¿qué estrategias son más efectivas para fomentar su inclusión sin que esto suponga una sobrecarga para ellos ni para sus familias?En mi opinión, la posibilidad de que los menores con distintos grados de rasgos de autismo (TEA – Trastornos del Espectro Autista), puedan empezar a participar en el ambiente escolar y social desde la infancia y que esta posibilidad no merme en etapas educativas superiores (en concreto la Educación Secundaria y Bachillerato), se basa en que se consigan romper los mitos y estereotipos negativos sobre lo que implica el autismo.
Tanto los profesores generalistas como los que tienen un perfil más especializado y los orientadores escolares son piezas clave para que, desde su propia comprensión personal (lograda a través de cursos, supervisiones, conocimiento directo de menores autistas), se promuevan en el aula medidas que faciliten la comunicación de los menores con rasgos autistas. En su forma de dirigirse a estos menores han de tener en cuenta qué vías les son más asequibles (lo visual sobre lo hablado, por ejemplo) y tener en cuenta la importancia que en la convivencia de estos chicos y chicas tienen las rutinas y saber con antelación cuando sea posible los cambios que se van a realizar y los motivos. Este estilo de interacción habrá de transmitirse al resto del aula a través del ejemplo propio y de explicaciones sencillas.
Estas pautas se mostrarán como parte del respeto a lo que necesita cada individuo y no como el resultado de carencias o de ser “menos”. A través de ejemplos se debe transmitir que todas las personas tienen formas específicas de entender o interpretar lo que pasa a su alrededor y que en el caso de los niños con autismo esto forma parte de esa circunstancia y no de una patología. Transmitir ciertas ideas sobre las vías de comunicación y los posibles conflictos que van a surgir por “malos entendidos” en la interacción de alumnado con rasgos TEA es un proceso que lleva tiempo, pero sobre todo mentalidad abierta y falta de ideas preconcebidas negativas tanto por el profesorado como por las familias. Sin duda, trabajar esos desencuentros y las posibles formas de resolverlos mediante conversaciones en la clase, en reuniones con los padres, en tutorías o en asambleas, reuniones del claustro de profesores acabará logrando que las diferencias se integren como tales peculiaridades y no como “taras”.
El objetivo final de esas acciones es lograr que los menores autistas lleguen a ser uno más en las actividades que se llevan a cabo en el aula y en las que transcurren fuera de ellas. Si esto sucede así, será más fácil que la integración se normalice y se extienda a salidas en grupo en las que se logre que los menores con autismo entiendan que pueden ser uno más y practiquen las habilidades que necesitan y que su cerebro les obstaculiza de cara a la interacción con los demás. Ellos y sus pares han de interiorizar que hay ciertas funciones aparentemente espontáneas (mirar a los ojos, entender lo que siente el otro, aplicar ciertas fórmulas de interacción) son un muro que el autismo hace infranqueable y que se requiere un aprendizaje complejo para lograr encontrar otros caminos alternativos que permitan relacionarse, pero que ese objetivo es posible y que hay personas que con las ayudas pertinentes consiguen incorporarse a distintos espacios sociales con su propio estilo. Hablar sobre esos ejemplos de “éxito” también constituye una vía necesaria para tender puentes y para disminuir el miedo y la sensación de desesperanza que pueden experimentar los menores con esta forma de funcionamiento cerebral.

¿Cómo valora la respuesta actual del sistema educativo y sanitario para los menores con TEA y discapacidad? ¿Qué medidas urgentes cree que deberían implementarse para evitar que estos niños se vean relegados o expulsados del sistema educativo ordinario?Sin duda, el interés por lograr avances en la inclusión de las personas con autismo en los ámbitos académicos ha aumentado sustancialmente. No obstante, hace falta que el conjunto del centro en su Proyecto Educativo y los docentes trasladen en su práctica diaria la actitud de respeto a la diversidad que tantas veces se predica pero no se practica. En un momento en que todavía no se han dado respuestas válidas al acoso escolar, la insistencia en fomentar la educación en valores y el respeto a las diversas formas de interaccionar y aprender, por encima de la obsesión por la competitividad, el rendimiento y lo que se enseña y evalúa resulta una prioridad que no siempre es evidente en el ambiente de los centros educativos. Sin duda alguna, los primeros que deben creer que la diversidad en las aulas es algo que hay que fomentar o respetar y no una desgracia que complica la vida son los padres y los docentes.

La evitación patológica de la demanda (PDA) puede ser un gran desafío para familias y profesionales. ¿Cómo se puede abordar la educación de estos menores sin caer en dinámicas que agraven su estrés y su sensación de pérdida de control?Este aspecto del comportamiento de los menores con autismo (aunque puede aparecer en otros perfiles diagnósticos) constituye un reto reconocido por los especialistas en este campo. Estos suelen pronunciarse por un enfoque creativo que intente vencer las resistencias de los menores a las tareas cuyo significado no entienden a través de encontrar cuáles son los temas o cuestiones que despiertan su interés y les motivan. El desafío del docente y de los responsables de la educación de este alumnado sería vincular las materias que han de introducirse en el currículo relacionándolas con temáticas que se asocian a cuestiones motivadoras. Por ejemplo, si sabemos que un determinado alumno o alumna tiene una gran curiosidad por cierto tipo de animales, puede estructurarse un tema que abarque matemáticas, geografía, historia, lengua introduciéndose a través del hilo conductor (que sería solo la anécdota, el envoltorio) de aspectos relacionados con las cebras, si este es el motivo que abre la curiosidad del alumno concreto. Evidentemente es una modificación de la metodología habitual, pero es factible y aplicable al resto del aula.

Muchas familias de niños con PDA se encuentran con que no hay un reconocimiento oficial de esta condición en España, lo que dificulta el acceso a apoyos específicos. ¿Qué cambios normativos o clínicos cree que serían necesarios para mejorar su atención y garantizar su inclusión social y escolar?Es cierto que la Evaluación Patológica de la Demanda (PDA) no constituye una dificultad abordada específicamente como tal en el abordaje pedagógico diferenciado de los niños autistas o de otros que también se ven afectados por esta dificultad de gestión de sus capacidades y de la organización de su trabajo en el aula. No obstante, más allá de que se use específicamente esta denominación o no, los profesionales de los departamentos de orientación y los psicólogos, tanto educativos como clínicos, conocen esta problemática y son capaces de identificarla en sus aulas y buscar respuestas metodológicas para facilitar la mejora del rendimiento de este alumnado.
Quizá incluir la denominación específica de origen anglosajón podría facilitar la incorporación de fuentes bibliográficas procedentes de este ámbito geográfico, pero quizá la cuestión no sea tan determinante siempre que las características de esta dificultad en el funcionamiento de los menores se comprenda, sea tenida en cuenta y se contemple en las adaptaciones llevadas a cabo en las técnicas de enseñanza y aprendizaje dirigidas al alumnado en el que se ha detectado esta resistencia a adaptarse a las exigencias que habitualmente se plantean en las aulas.
Realmente no creo que sean necesarios cambios normativos específicos siempre que se conozca esta propensión del alumnado con esta rigidez cognitiva, se identifiquen aquellos menores que la presentan y se les den alternativas útiles para sortear ese muro.

Doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia, junto con su equipo
Doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia, junto con su equipo
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«Aislar, siempre es una fuente de insatisfacción, de humillación»

Como psiquiatra especializada en infancia y adolescencia, ¿qué papel juega la salud mental en la evolución de una persona con discapacidad a lo largo de su vida? ¿Se tienen suficientemente en cuenta estos factores en los planes de atención y dependencia?Creo que en cualquier menor, desarrollar la confianza en uno mismo, conocer las fortalezas y afrontar las dificultades son retos fundamentales para lograr desarrollarse como un individuo equilibrado emocionalmente, capaz de disfrutar de una vida en la que se sienta útil, valioso, apreciado y capaz de valorar y acercarse a los otros para recibir su apoyo y para ofrecerles su interés por comprender y valorar su compañía. Creo que ha habido y hay un gran trabajo dirigido a fomentar ese bienestar emocional en la atención a las personas con algún tipo de discapacidad. Tal vez, falta por generalizar esa visión que plantea que la salud mental de cualquier persona implica poder integrarse con voz propia en la sociedad, relacionarse con el conjunto sin considerarse parte exclusiva de ningún “ghetto”.
Por eso, los colectivos que siguen defendiendo una educación apartada en función de la existencia de una determinada discapacidad, olvidan que esa actitud niega a muchas personas la posibilidad de beneficiarse del estímulo y del bienestar que implica la relación humana sin restricciones y que eso es más importante que cualquier etiqueta en función del rendimiento cognitivo o físico. Nos enriquecemos en la relación, más allá de si vemos más o menos, si corremos o si nos desplazamos gracias a una prótesis, si nuestra cognición nos conduce a ser astronautas o pintores… Lo que aporta el respeto de los otros, el intercambio con ellos supera con creces cualquier supuesto obstáculo derivado de que tengamos más o menos capacidades en determinadas áreas de funcionamiento. Aislar, siempre es una fuente de insatisfacción, de humillación. En definitiva, de infelicidad.

Recientemente fue reconocida como la mejor psiquiatra en los Premios Europeos de Medicina 2024. Desde esa posición, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a las administraciones y a la sociedad sobre la importancia de la salud mental en la discapacidad y la dependencia?En pleno siglo XXI, en el que ya son una realidad las increíbles capacidades de transformación del organismo y del cerebro y se intuyen progresos aún más sorprendentes, la sociedad no pueden permanecer anclada en el clasismo ni favorecer el aislamiento por las diferencias que presenta cada individuo. El progreso no puede producirse solo en la técnica, exige cambios éticos y apertura de la mente hacia valores como el respeto y la empatía. Si no seguimos ese camino, la técnica será un instrumento perverso de dominio y segregación, no de auténtica mejora humana.



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