Sin nosotras no hay cuidados

 Sin nosotras no hay cuidados



Dentro del mes de la mujer, no puedo dejar de poner el foco en el colectivo de mujeres cuidadoras principales; no «cuidadoras no profesionales» como las denomina la ley de dependencia. ¿O no son esas cuidadoras «no profesionales» las que 365 días con sus 24 horas se dedican en cuerpo y alma a cuidar de un hijo, un padre o una madre?

Los datos en España son muy significativos: según el Instituto de las Mujeres ocho de cada diez cuidadores principales son mujeres; en números absolutos, 5 millones. Esto revela la existencia aún de una desigualdad en las tareas del cuidado.

El trabajo «por amor» (palabras de las cuidadoras) representaría el 9,05 % del empleo en España y el 4,2% del PIB si su trabajo fuera reconocido legalmente (supondría más de 1.800.000 puestos de trabajo).

Hay que tener en cuenta que estas mujeres no cobran por su labor. Son las herederas de un trabajo que no es reconocido por parte de la sociedad, no reciben ningún tipo de agradecimiento y hoy el anteproyecto de la ley de dependencia no les da el lugar que merecen. Todo esto implica un obstáculo extra: la situación económica personal y familiar. La dedicación de las mujeres hacia personas dependientes las lleva a una situación además muy vulnerable de salud mental.

Con el actual anteproyecto de la ley de dependencia, las promesas hechas por el Estado para eliminar las incompatibilidades en las prestaciones a este colectivo se han quedado en un añadido artículo 4 bis que, de manera general y sin compromiso específico, se puede quedar en una loa al sol.

Las cuidadoras principales hoy, y a pesar de sus dificultades, se están organizando y empiezan a despertar y reclamar al Estado su sitio y sus derechos, que son indiscutibles. Porque sin nosotras, no hay cuidados. 



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