Las Pombo y la indignación en Cantabria por unas declaraciones sobre sentirse espiados en su casa
«Tenemos a la gente asomada«, explica Lucía Pombo a Ana Brito y Xuso Jones cuando este pregunta sobre lo bella que es la casa que se han construido Las Pombo en el pueblo cántabro de Galizano.
«Y la gente, ‘mira qué ventanucas han puesto, ay, qué majos’”, añade su pareja Álvaro López Huerta imitando “a lo paleto” el deje cántabro. Por supuesto, las declaraciones han molestado en Cantabria. Por su tono condescendiente con los vecinos de la población que atesora la paradisiaca playa de Langre.
En el fondo, la contradicción humana siempre está presente y, a veces, es hasta entrañable. Más aún cuando asoman los delirios de grandeza que te hacen sentirte superior, mirando con desdén a aquellos que has alimentado la curiosidad. Las Pombo se sienten espiadas en una casa que ha sido diseñada de por sí para ser espiada. A través de las redes sociales, claro.
El hogar es como un idílico decorado para que cada rincón sea instagrameable. Incluso los ventanales. Tan reconocibles, que se ven desde una lejana carretera. Reconocibles por bonitos, por carismáticos, por fondo perfecto para cualquier vídeo o foto con la que alimentar la trama viral de sus vidas. Porque viven de sus vidas publicadas en las redes sociales. De sus vidas hechas para que otros cotilleen, azuzando en sus ojos el sentimiento de aspiración o directamente irritación.
Pero, en cambio, ellos se sienten observados por los curiosos que van a un lugar pensado para ser visto. Eso no da derecho a evadir intimidades, pero también define la fama surgida de personas convertidas en producto y no en personalidades con un arte que compartir. Los primeros solo quieren el posado perfecto que da beneficios sin incordios, los segundo suelen entender que para recibir hay que dar.
A Rocío Jurado lo que le hubiera parecido raro es que ningún curioso pasara por la puerta de su casa en La Moraleja a hacerse una foto. Esta actitud, le sonaba a reconocimiento. Quería ser del pueblo aunque no fuera una más del pueblo. Las Pombo, en cambio, posan en su mundo de excelsitud impostada sin percatarse de que han transformado su vida en Disneyland. Y con el castillo de la bella durmiente la gente quiere hacerse la foto, porque le sienten suyo. Porque Micky Mouse es de todos.