Prisas navideñas | Opinión de Cristina García Ramos
Este año no hay puente de la Constitución, pero viene a ser lo mismo. La primera semana de diciembre, que alegra el calendario con dos festivos, aunque en esta ocasión uno de ellos, para lamentación de muchos, cae en domingo, nos pone ya sin remedio en la recta de salida de la carrera navideña.
El Black Friday que hemos incorporado a nuestros gastos y costumbres, con el respaldo de los más previsores que adelantan sus compras en búsqueda de ofertas y gangas, hace de precalentamiento. La decoración, los mercadillos y la iluminación de las calles señala ya el punto de no retorno. La Navidad está ya aquí. La contrarreloj en marcha y la vida parece que no alcanza en medio de prisas y atascos.
Cada cual, como no podría ser menos, vive los festejos a su manera: como quiere, como puede o como le dejan. Tenemos a los entusiastas de estas celebraciones, que no dudan en colocarse los primeros el gorrito de Papa Noel, proponer el amigo invisible, organizar la cena de empresa…; y a los detractores que enferman solo con pensar lo que se les viene encima en estas fechas.
Las cenas familiares, motivo de alegrías y desencuentros, son otro asunto vidrioso que requiere de altas dosis de diplomacia y mano izquierda, esas que ahora se echan en falta en otros ámbitos donde los gritos ahogan el diálogo y la crispación enturbia el ambiente.
Lo de la familia, bien que mal, siempre acaba arreglándose. En el caso de los políticos me temo que no se contemple una tregua navideña.