El consumismo desmesurado y apresurado se llama ahora ‘Black friday’
Lo del consumismo y los supuestos saldos que lo incentivan no es nuevo. Antes se llamaban rebajas y eran más limitadas. Los comerciantes colocaban algunos productos de temporada no vendidos en su día para liberar estanterías de sus almacenes. Algunas personas aprovechaban para reponer sus armarios, mientras que muchas tenían limitadas sus posibilidades de comprar algunos productos necesarios, incluso alimentos de cierta calidad. Quienes somos menos jóvenes recordamos las famosas rebajas de Galerías Preciados, aquellas colas de personas que se lanzaban el primer día en busca de las gangas y de los saldos; la televisión pública, la única que había, lo recogía como un hecho de vivencia social. También fueron célebres las invitaciones a hacerse con los saldos del orondo don Julio en Almacenes Gay de Zaragoza, incluso sorteaban un Mini chiquitajo entre los clientes de esos días. Esas y otras rebajas marcaron una época, esa que anunciaba que el consumo era un indicador de que España empezaba a salir de la autarquía.
Hoy mismo se mimetizan los países de tal forma que el ansia de consumir eliminó sus fronteras. Alguien lo llamó globalización. Otras muchas personas lo detestaron y en ello siguen. Porque vivir sobriamente no es hacerlo pobremente, comentaba el ex presidente uruguayo José Mújica. Él, que solía vivir con poco, criticaba que, entre otras causas, la cacareada globalización había llevado a que mucha gente no tuviese ni ese poco. Y sentenciaba con acierto aquello de que “todos estamos en las redes de la globalización financiera pero no tenemos globalizada la moral y la ética que impulsen la justicia social”. Otra frase más de antología existencial: la abundancia nos pavonea, tiende a hacernos creer que somos infinitos y perdemos humildad. Añado que para conseguir esa abundancia lanzamos hacia ella toda nuestra energía ética y miramos a los llamativos escaparates, ahora amplificados por las redes, con poca capacidad valorativa que la enfrente esas imágenes al estado de necesidad.
La sobredimensión de las llamadas rebajas se les ocurrió a los avispados comerciantes americanos del norte, para deshacerse de sus excedentes comerciales. Necesitaban cash antes de la llegada de la Navidad. Pero aquel primitivo Pitch Back se convirtió allí en un Black Friday y llegó hace unos años a nuestras casas. Más bien a nuestras mentes porque me pregunto cómo semejante cosa acaba siendo un fenómeno global, cuando la gente sabe que es un reclamo arraigado en los calendarios comerciales de minoristas y corporaciones de todo el mundo. Nos engañan con el reclamo de que es un día (ahora semana) perfecto de descuentos y ofertas. Sepamos que ese Black Friday tiene costos enormes en las tarjetas de crédito y en los monederos de las personas, las cuales se ven afectadas por la superproducción de objetos diversos para este día, con los destrozos ambientales que supone para su vida y para la salud global del planeta.
Según me cuenta META, se generan miles de toneladas de residuos, ya que muchos productos se desechan tras unos pocos usos. A la vez, las emisiones de gases de efecto invernadero se disparan debido al aumento de la producción y el transporte. Mientras tanto, la demanda de un rápido cumplimiento de los pedidos –por ahí andan los “amazones y similares” que te sirven el producto casi al momento de rellenar el cupón- obliga a los trabajadores de las industrias a soportar jornadas extenuantes, a menudo a expensas de sus derechos laborales, tanto que van a protestar en la calle en más de 20 países con un rotundo “Que los amazones sean los paganos”, más o menos. Además me entero de que el 70 % de las compras de las rebajas anunciadas en el comercio online en el Black Friday 2023 eran falsas o engañosas. ¡Vaya chasco!
Merecería la pena repensar más de una vez, hasta interiorizarla, que la compra más sostenible es siempre la que no se realiza
Este engaño viene con otros riesgos. La OIT (Organización Internacional del Trabajo, una agencia de la ONU) concluyó que la inflación pospandémica y el aumento del coste de la vida han ido erosionando el valor real de los salarios mínimos en muchos países. Uno se pregunta cómo asuntos tan banales –a mí me lo parecen- pueden conquistar a tanta gente. ¿Será verdad aquello que decía el ex presidente José Mújica de que el consumismo es más fuerte que cualquier ejército? Bueno, pues no sé, al menos dudo en lugares como Gaza, Ucrania, Sudán del Sur, Siria, Nigeria y todos esos sitios. ¿No será que el Black Friday ha llegado también a las rebajas de armas de guerra? Porque me cuestiono: si las fábricas de armamento de EE.UU., Francia, Rusia, China, Alemania, Italia, Reino Unido, España, etc. se quedan con excedentes o armas obsoletas qué hacen con ellas. Puede que las reciclen o las rebajen de precio. El hecho cierto es que causan daños en los países en guerra antes mencionados y otros.
Sigo con META que me alumbra mucho, aunque de otra manera a como lo hacen las luminarias navideñas con las que han inundado nuestra ciudades. Nuestros centelleados regidores y regidoras han mandado poner tantas luces que parece que han querido cegar nuestros pensamientos y han inventado las islas de luz municipal. Lo he podido comprobar personalmente estos días en Madrid y Zaragoza. Eso sí, como son comedidos solo han prendido las zonas/calles que concentran los buenos comercios. Menos mal.
Pero como soy un incrédulo cascarrabias, me pregunto si las marcas usarán algún truco para hacernos llegar la verdad/el engaño de nuestras compras. Parece que seducen a la gente para que quieran poseer lo que ellas desean. Revisé lo que cuenta “Buy Now: the Shopping Conspiracy” , y vi un monstruo de engaños que será más alto que La Cima 2030. En este documental hay desde una mirada al turbio mundo de la moda rápida -la tecnología desechable también se puede llamar así-, hasta la obsolescencia temprana, los ejemplos del marketing manipulador y, no podía faltar, el lavado (planchado y empaquetado) de la imagen verde.
No sé si valdrá para todas las personas, pero merecería la pena repensar más de una vez, hasta interiorizarla, que la compra más sostenible es siempre la que no se realiza. Sin embargo, hay veces que no podemos prescindir de comprar; entonces miremos al menos si el producto lleva la etiqueta verde de la UE. Esta se puede conocer en una guía que ayuda a tomar decisiones más ecológicas. Da pistas para comprar, recordemos que solo si es conveniente, desde textiles y zapatos hasta productos electrónicos y más.
P.D.: como no nos gusta quedar siempre como agoreros, invitamos a entrar en el Pacto Europeo para el Futuro pues parece que difunde esperanza; precisamente en diciembre, que es cuando más lo necesitamos. Es algo así como una hoja de ruta para el bienestar y las oportunidades para todos. Animamos a entrar en su Plan de Acción, y a que la gente se inscriba en él para ser parte del movimiento que debería estar dando forma al futuro sostenible de Europa. ¡Ah, relajemos un poco o mucho nuestro consumismo! Nuestra salud y la del Planeta nos lo agradecerán.