Pensar en sostenibilidad también en la universidad. XXXV Jornadas CRUE en Zaragoza
De cuando en cuando nos llegan buenas noticias sobre la ilusión de escalar hasta la cima 2030. En varias propuestas publicadas en este blog, hemos defendido aquí que la alianza de la que habla el ODS núm. 17 nos parece el camino mejor para considerar el reto. Desde diversos sectores se han puesto en marcha múltiples iniciativas. Sin embargo, no todas entienden lo mismo cuando se trata de descubrir lo que hay detrás de las palabras sostenible o sostenibilidad. En ocasiones, se entiende mejor el significado y el sentido de algo aludiendo a su contrario. Por eso, por la complejidad de avanzar una definición que delimite, diríamos que insostenible es aquello que no se puede seguir haciendo “sine die” por una parte importante de la población y agentes sociales, pues el ecosistema planetario y social desbordaría sus límites. Por el contrario, sostenible o sostenibilidad sería eliminar –inmediatamente, a corto, medio o largo plazo) todo cuanto atenta contra ese deseo. Hay que avisar que la inconcreción puede deberse al manoseado concepto de desarrollo asociado a crecimiento sin límites del PIB, indicador que en este momento está fuera de lugar. Valdría más fijarse en los índices GINI, AROPE, IDH y otros que buscan entender a la sociedad desde dentro.
Ese deseo de sostenibilidad tiene muchos componentes, su marca distintiva es la complejidad espacial y temporal. Pero cualquier sociedad que formula objetivos vivenciales debe ponerse retos. En este caso, la universidad española ha de mejorar o consolidar aquellas iniciativas que la hacen más competente con los desafíos actuales. Nos referimos a modelos de gestión, empleo de recursos, adaptación de planes y metodologías, envites ambientales presentes, formación de alumnado, investigaciones del profesorado, aproximación y educación informal hacia la sociedad que la sostiene. Todo esto en el contexto de un momento particularmente difícil pues supone un cambio en los estilos de vida que nos han llevado a situaciones límite. Digamos que la universidad como institución educativa no puede quedar al margen de lo que preocupa o puede dañar socialmente.
La inmediata reflexión nos dice que algo se podrá hacer; así los entendieron las universidades españolas. Unas lo supieron antes, mientras que a otras les costó bastante más; incluso algunas están abriendo sus aulas para que se aborden en conjunto los problemas socioambientales, pues entre ellos vivimos. Hemos de reconocer que el empeño no resulta sencillo: mover a la comunidad educativa universitaria (profesorado, alumnado, personal de la administración y servicios) en torno a un objetivo de suma complejidad, tal que supone cuestionar incluso el modelo de vida. Se necesita debatir mucho y ampliamente, llevar a cabo proyectos e investigaciones puntuales antes que genéricas (o a la vez), proponer hacia afuera nuevas acciones en donde ya se ha avanzado en el proceso, evaluar lo realizado para tomar impulso.
Será por todo lo acontecido en esta cuestión de valores -que es a la vez ambiental, económica y social-, por ese desbarajuste global que intuimos si miramos hacia el mundo, que las universidades no han querido permanecer al margen. El hecho cierto es que en 2009 se constituye la Comisión Sectorial de CRUE Universidades Españolas. El impulso de varias de ellas fue clave. Con anterioridad ya se habían ocupado –ahora pasaba a ser un objetivo general- “en recopilar la experiencia de las universidades en materia de gestión ambiental, los avances en la ambientalización de la comunidad universitaria y el trabajo en prevención de riesgos, a la vez que se fomentaba la cooperación en estos ámbitos para el intercambio de experiencias y el fomento de buenas prácticas”.
Así se explicita en su web. Sus grupos de trabajo demuestran la perspectiva global que se proponen: Biodiversidad y clima, Desarrollo humano sostenible y participación –implicación del alumnado-, Edificación y urbanismo humano sostenible, Evaluación de la sostenibilidad universitaria, Sostenibilidad en la docencia universitaria, Universidad y movilidad sostenible, Universidades saludables. Merece la pena visitar la página para enterarse de cuáles son, qué hacen exactamente, los proyectos que se desarrollan en una parte o en todas; así como las publicaciones que han elaborado para la mejora de la sostenibilidad de las universidades españolas –tanto públicas como privadas-.
Este año se celebran en Zaragoza, del 23 al 26 de octubre, las XXXV Jornadas CRUE Sostenibilidad; o lo que es lo mismo, que dentro de la conferencia de rectores va teniendo cada vez más importancia la consolidación de una cultura de sostenibilidad creíble en buena parte de las dimensiones universitarias. Su lema operacional y reflexivo no podía ser más explícito: Universidades abiertas a la ciudadanía: Transformando el territorio a través de la sostenibilidad.
Un conjunto de retos sobre los cuales van a dialogar y acordar iniciativas. En la presentación de estas Jornadas, el Rector de la Universidad de Zaragoza (en adelante Unizar) destaca “la relevancia de este encuentro en un momento en el que las universidades deberían ser motor para las transformaciones estructurales que equilibren el crecimiento económico, el bienestar social y la protección del medioambiente”. A la vez, apremia a aprovechar la oportunidad –también la necesidad- de reconsiderar si la institución se compromete con cuestiones fundamentales como el aprendizaje a lo largo de la vida, si la innovación científica y tecnológica está adaptada a los nuevos desafíos globales, si la transformación digital y la propuesta de soluciones creativas deben encaminarse al cambio y la mejora para nuestros territorios -espacios en transformación, que además de una sociedad cambiante coexisten con una biodiversidad compleja- y a la siempre tarea incompleta de consolidar la ciudadanía que piensa en la ética global en primer lugar.
Por eso, estas Jornadas tienen como un objetivo prioritario consolidar alianzas entre ellas y acordar acciones compartidas, a la vez que abrir la institución universitaria. Es decir, impulsar ciudadanía, que debería ser también una finalidad primordial de toda educación ambiental para la sostenibilidad, ya sea formal, no formal o informal. Las universidades pertenecen a la sociedad que las mantiene, por eso deben retornarle investigaciones pero también ejercer de tractoras de nuevas acciones que se desarrollen plenamente en la búsqueda de una ciudadanía comprometida, en lo local y en lo global.
El estilo de vida actual necesita cuestionarse su viabilidad, si vivir de la misma forma es sostenible
De todo lo concluido durante esos días deben dar cumplida información a la sociedad. No digamos que está expectante, pero es que la Academia debe hacerse presente en la vida social como motor de cambio de cultura social y vida colectiva. La Academia ha estado demasiado centrada en sí misma y en sus investigaciones; ha llegado la hora de formar parte del entramado social, de hacer pedagogía de lo posible. Para, como dice el lema de estar Jornadas, transformar el territorio espacio/temporal a través de la búsqueda de la sostenibilidad de interacciones. Sin duda, el conocimiento de las problemáticas ecosociales se fomenta incitando a la participación. Esta surge antes si se da una información razonada y se busca la implicación social en la construcción de una cultura de la sostenibilidad. El estilo de vida actual necesita cuestionarse su viabilidad, si vivir de la misma forma es sostenible.
Esos empeños he tratado de desarrollarlos en el libro El desbarajuste del mundo. Mixturas de Sostenibilidad, publicado por PUZ (Prensas de la Universidad de Zaragoza) con motivo del encuentro CRUE Sostenibilidad. Recoge 60 artículos sobre sostenibilidad, territorio y cultura de ciudadanía publicados en distintos medios de comunicación. Como autor, agradezco la favorable acogida de Unizar. Un ejemplar de este compendio será obsequiado a todas las personas participantes en las Jornadas. También se enviará un libro a todas las bibliotecas y centros educativos de enseñanza superior de Aragón. Un esfuerzo especial de Unizar para despertar la sostenibilidad en la ciudadanía, un intento de hacer verdad las alianzas.
¿Llegarán las universidades en buen estado de sostenibilidad a La Cima 2030? Habrá que intentarlo, si bien no va a ser fácil. Sin embargo, en bastantes ocasiones se convence a los reticentes haciendo año tras año, enseñando caminos transitables -o transitados por otros-, expresando dudas e incertezas, pero manteniendo siempre la esperanza.