Víctor Sandoval, el surrealismo abre puertas
El Víctor Sandoval reportero ha recuperado la esencia de aquellas salidas callejeras de Loles León en Hola Raffaella. Aquella televisión que enviaba a la actriz a investigar casas de famosos y, ella, hasta terminaba rebuscando en sus cubos de basura. La particular escena no sonaba a nada macabro, pues el humor calmaba cualquier susceptibilidad.
Era el tiempo en el que salir por la tele generaba una confianza imparable. La gente hablaba con Loles como si la conociera de toda la vida, más aún si era para participar en el programa de una italiana que también se sentía como cómplice, Raffaella Carrà.
Con su sarcasmo que relativiza lo que toca, Loles León se plantaba en las puertas de las mansiones e intentaba cotillear su interior engatusando al personal de seguridad o de servicio. Armada con una seductora ingenuidad, sacaba información incluso al servicio de las vecinas de Isabel Preysler. Y las señoras contestaban con la misma ingenuidad.
Aún España era ajena a la toxicidad de los programas del corazón más agresivos que estaban a punto de alzar el vuelo y el show de Raffaella brillaba en audiencias. Como consecuencia, la gente de la calle era generosa, implicándose. Se había generado un vínculo de cariño con la artista italiana y con León, que saltaba de las películas de Pedro Almodóvar a ser conocida por un público más masivo.
El primer reportaje callejero de Loles funcionó tan bien que se repitió la fórmula a la semana siguiente. La gracia radicaba en que, en su mayor parte, no eran vídeos pactados de antemano, como la mayoría de hoy. Se dejaba que la verdad se abriera camino y que la suerte de lo inesperado hiciera de las suyas, sin prefabricarlo. «No habéis avisado ni nada», decía sorprendido el secretario de Rocío Jurado, Juan de la Rosa, cuando se encontró al equipo en la puerta de la casa de ‘La más grande’ en La Moraleja. Eso era lo especial. Y Loles ahí, al quite, dispuesta a jugar.
Ya no somos tan incautos como en los noventa, pero el universo de Sálvame ha ido recuperando el alma de aquella traviesa televisión. Televisión que creaba tramas con picaresca pero, también, permitía abrazar la realidad que nos pilla por sorpresa. Ahora, la tecnología facilita que este tipo de reportajes se puedan realizar en directo y con sólo un teléfono móvil. Se multiplican las posibilidades. Se puede terminar entrando allá donde la creatividad proponga y donde la actualidad del momento demande.
Ni que fuéramos sssh ejerce con destreza este reporterismo de varieté. Y Víctor Sandoval se perfila como máxima vedette. La gente atiende sus requerimientos con una educación similar a la que abría ante Loles León en los noventa, a pesar de que la fama de hoy es más volátil por fragmentada. Víctor es escuchado. Aunque esté disfrazado de grillo, de Fiona de Shrek o de Carol G, preguntando a los vecinos del Benabéu por los ruidos del estadio convertido en epicentro de conciertos. Su vis cómica derriba muros. Porque nos entendemos y nos entienden mejor cuando nos reímos de nosotros mismos. De hecho, la catarsis del humor ha sido la que ha terminado salvando las miserias de Sálvame. La inteligencia emocional de la risa es así, nos destensa los sobresaltos. Los propios, y los ajenos.