Las debilidades que debe frenar La 1 de TVE para coger carrerilla en septiembre

 Las debilidades que debe frenar La 1 de TVE para coger carrerilla en septiembre


La 1 de Televisión Española ha recuperado el liderazgo gracias a los datos de la Eurocopa. Sin embargo, el fútbol no fideliza audiencia. El público se va tan rápido del canal como duran unos penaltis. Algunos ni siquiera asocian La 1 con la cadena que posee los derechos de la Eurocopa o los Juegos Olímpicos. TVE se está convirtiendo en un centro emisor de programas de producción externa y necesita remarcar la imagen en conjunto de su primer canal. O de poco servirá la compra de deportes o el fichaje de David Broncano como un satélite solitario.

Es uno de los grandes problemas de La 1. De hecho, lleva 15 años con el mismo diseño de continuidad. Paradójicamente, la peor continuidad de su historia. Ya es mala casualidad. Se trata de la línea visual que se aplica de forma caótica en las transiciones entre programas, los intermedios y otras señales que se sobreimpresionan, como son horarios o avisos de programación. Inconcebible que continúe esa especie de Powerpoint plano, sin profundidad, sin diseño reconocible, con un número uno que aparece sin personalidad alguna y con un toque amateur. 

RTVE realiza brillantes promos de grupo, como la última con un guiri quemado por el sol. «Ya sufren el rojo, ahora sufrirán la roja«. Efectista es. Pero falta la estética identitaria que de empaque a La 1 en cada pausa, en cada conexión entre programas. Es la manera de potenciar un sello de calidad y unidad durante el ir y venir de toda la oferta. Que apetezca quedarse en la sintonía más allá de una propuesta puntual, que toda la emisión huela a una primera cadena que toma el pulso a su sociedad.

No obstante, en estos años, gran parte de la producción de La 1 daba la sensación de querer imitar éxitos pasados de las privadas. Llenando la programación de famosos haciendo cosas. Que está muy bien para un día, pero ¿no hay más ideas? Como si se desconfiara de la inteligencia de la audiencia. Siempre una tipología de famosos del corazón como reclamo en una batalla constante por competir con mismas cartas de las cadenas comerciales… hace diez años. Cuando los consumos televisivos han cambiado tanto que una televisión pública debe ser consciente de que triunfará si sabe adelantarse, distinguirse y marcar agenda en el sector. Así recuperará a un público que se siente huérfano de televisión y que zapea sin toparse miradas diferentes de las que sentirse orgulloso. 

Aunque es muy complicado acertar en la velocidad que vivimos y en la prisa con la que pedimos resultados. Más difícil todavía inmersos en un aluvión de apps y su constante caudal de imágenes efímeras que nos hacen olvidar cualquier cita de programación. En este escenario, la única salida es dotar de una armonía a las parrillas televisivas. No estar todo el rato intentando robar una décima de cuota de pantalla contraprogramando a Telecinco o Antena 3. Entonces se despista al personal y, en la actualidad, toca competir más con las plataformas bajo demanda que con los canales tradicionales. Y eso se consigue con la tranquilidad que otorga el orden. Ordenar ideas, qué importante. Como también es crucial acentuar la pluralidad de oferta y su posicionamiento en cada día en la semana. Lo hacen las televisiones públicas europeas: una noche de la semana es la del documental potente, otra noche es la de la ficción de estreno, otra noche es la del talent show, otra noche es la del espectáculo de la entrevista. Resultado: en el imaginario colectivo queda instalado qué se emite cada día y cómo se emite. Sin retrasos, con paciencia y conociendo la hora de inicio y de final de cada espacio.

La tele de hoy (y, en realidad, la de ayer) es orden, diversidad, ingenio e intuición. Ahora, en cambio, da la sensación de que nos quedamos enquistados en el recuerdo de éxitos creados antaño para una sociedad que ya no existe. Buscamos todo el rato que el espectador reconozca. Resucitamos programas míticos, recurrimos a mismos entrevistados y mismos famosos, cuando la televisión sobre todo es descubrir. 

La televisión es pillarnos por sorpresa, con esa elaboración de la creatividad que intenta entender lo próximo. Elaboración y proximidad, dos palabras clave. En el oficio de la cercanía, las plataformas multinacionales no están. En el oficio de elaborar, las cadenas de siempre cogen vuelo sobre los impactos guerrilleros de las redes sociales. Ahí, está la oportunidad de La 1 en su función de retratarnos, acompañarnos e incluso descolocarnos jugando a desmontar nuestras ideas preestablecidas sobre cómo somos. Jugar es sinónimo de tele.  

Muchos espacios de La 1 de RTVE lo han hecho esta temporada. Del final de Cuéntame cómo pasó a la credibilidad de los Telediarios. También el departamento de comunicación ha intentado potenciar el protagonismo de los rostros del canal, aprovechando la fuerza congregadora de Eurovisión y el Benidorm Fest o apostando por nuevos puntos de encuentro como los Premios de la Academia de la Moda Española. Pero, al final, la tele es la energía que se contagia por la tele. Y la imagen de La 1 se ha quedado paralizada en aquella inerte continuidad a lo Powerpoint estrenada en 2015. No es baladí, los detalles que se cuidan o se descuidan son determinantes para que la audiencia sienta que crece contigo o que te has quedado atrás, para ser un centro de emisiones que va por inercia o ser una cadena en la que quedarse porque es El Canal.  



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