Carta a Cristina Pedroche desde un parque de bolas

Cristina, espero que puedas leerme bien. Aquí hay un ruido insoportable y un calor de mil demonios. Los niños están metidos en una especie de jaulas, van y vienen de un modo frenético, trepan, saltan, a veces, lloran y hay que entrar a rescatarlos. Estoy viviendo tu futuro. Te escribo para contarte algún secreto y, si me lo permites, para prevenirte. Hay mucha gente que se quiere aprovechar de ti. Ten cuidado. Te he visto hablando sobre tu hija en dos o tres programas. Me cuentan que has escrito un libro.
Dices que tienes miedo a no ser una buena madre. Quieres controlarlo todo, saberlo todo, hacer todo bien, pero ese deseo tan humano, a veces, es una trampa. No somos perfectos. La perfección es una jaula, Cristina. Aceptar la imperfección es liberador. Las mejores cosas de la vida se encuentran después del miedo. Tener un hijo es tener miedo. ¿Qué hará? ¿Dónde estará? ¿Acertará? ¿Por qué tose? ¿Le conviene esto? El amor, la generosidad y la confianza son las armas para vencer ese miedo.
La perfección es una jaula, Cristina. Aceptar la imperfección es liberador. Las mejores cosas de la vida se encuentran después del miedo.
Tienes razón. Hay fuerzas oscuras que maltratan la maternidad. Os llaman lobas, conejas, leonas. Os desprecian, os exigen entrar en un pantalón, os roban la intimidad, se os valora si volvéis al trabajo, si no trabajáis se escuchan comentarios, alguno levanta la ceja, os dan lecciones sobre lactancia, se os exige un ritual, unos plazos, una serie de tradiciones que, quizá, no queréis continuar, pero nadie pregunta. El segundo hijo es valentía y el tercero suele considerarse inconsciencia. Si hay alguno más, estás fuera del sistema. Entiendo que te sientas sola.
La soledad de las madres es un asunto que tenemos pendiente como sociedad. Me gusta mucho que lo cuentes y le pongas palabras. A veces, las hormonas están a lo suyo y es el tiempo el que lo ordena todo. Cristina, tú sabes lo que es ser guapa, sexi, atractiva y todas esas cosas. Conoces el efecto que eso genera en el mundo, pero ahora, en tu maternidad, en tu debilidad, en tu vulnerabilidad, en tu imperfección, te estás acercando a la belleza real, a la gran belleza, y eso no es algo que tú puedas controlar del todo. Tienes que tener confianza en los que te quieren.
Nadie puede leer cien libros de periodismo e interpretación en unas semanas y presentar programas de televisión o las campanadas. Si quieres que el globo suba, tendrás que soltar las amarras. Confía en los profesionales. Ya sabes que no eres la primera madre del mundo, te lo habrán dicho cien veces en los linchamientos de estos días, pero estás aportando mucho. Paradójicamente, Cristina, la perfección es un cuento y el miedo es útil.
No lo tienes todo. Te lo van a repetir hasta la saciedad. Tienes éxito y recursos materiales. Eso está bien, pero tener no es ser, aunque ya nadie lo recuerde en este mundo absurdo. La tristeza es un derecho y hay momentos para llorar y no sentirse bien. Hay debilidades que terminan por fortalecer, valentías muy cobardes y viajes lejanos, largos y profundos que se hacen sin salir de casa. Estás más guapa que nunca, Cristina. A ver si nos vemos.