La responsabilidad equivocada: la sociedad que culpa al ciudadano de sus vulnerabilidades
Come sano. Bebe mucho agua. Haz deporte. No fumes. Estamos rodeados de consejos institucionales que intentan promocionar hábitos de vida saludables. Mensajes didácticos que, cargados de buenas intenciones, buscan ser comprendidos de manera sencilla, clara y rápida, pues vivimos en la sociedad del estribillo y hemos interiorizado que los eslóganes cambian el mundo. Aunque sea un poquito.
Pero no, la vida no es una frase de taza. Los mensajes son menos útiles si ni siquiera se plantean las causas de los malos hábitos de vida. La propia palabra «hábito» es sinónimo de la «costumbre» de la que venimos. La pobreza se hereda. Y con ella, la brecha que impide comer sano, tener tiempo y dinero para practicar deporte e incluso contar con herramientas para escapar de la nociva cultura del alcohol y el tabaco.
Las campañas de hábitos de vida saludables también delatan el mundo individualista que hemos construido, en donde la responsabilidades colectivas que gestionan las instituciones públicas se traspasan al ámbito privado de cada persona. A veces, hasta culpabilizando a los ciudadanos de sus propias vulnerabilidades.
A menudo, ese «no saben cuidarse» define la condescendencia de aquellos que han tenido más oportunidades en la vida. Suelen ser los mismos que, desde su privilegio inconsciente crean eslóganes buenistas sin pararse a pensar que para muchas personas comer alimentos procesados ni siquiera sienten que sea su problema, pues es el menor de sus problemas. Bastante tienen con resistir en vidas precarias.
La responsabilidad recae en el individuo. Come responsable, bebe responsable, práctica sexo responsable. Cuando la salud excede a lo individual. También sucede en otros ámbitos de convivencia, con las fake news. Cuando el presidente del Gobierno toma un miércoles cinco días de reflexión y, al lunes siguiente, en su discurso de reaparición lanza el debate del problema de los bulos a la sociedad. ¿No es el presidente? ¿No debería proponer él propuestas? Qué fácil es el camino de creer que la culpa es de los demás.
Chutar la pelota al otro todo el rato es un trampantojo que parece que nos hace pensar que somos autosuficientes. Pero, en realidad, todos también somos fruto de nuestras circunstancias. Si las instituciones no van a los cimientos de las estructuras sociales, los cambios en la calidad de vida van más lentos. De hecho, hay cambios que jamás llegarán.