Los reencuentros de Ana Rosa Quintana
Tardear, el programa de Ana Rosa Quintana por y para la tarde, se ha convertido en un lugar para el reencuentro. Reencuentro con antiguos compañeros, incluso con antiguos amigos. A veces, hasta reencuentros con aquellos que se fueron a la competencia. Que se lo pregunten a Nacho Abad que regresó para promocionar su programa y él mismo verbalizó que pensó que jamás volvería a compartir plató con AR.
Tensiones aparte, Tardear ha reunido al humor made in noventas de Antonio Hidalgo con Ana Rosa Quintana o, la pasada semana, a Màxim Huerta que compartió de nuevo mesa con la presentadora con motivo de la promoción de su novela, París despertaba tarde. Ellos, en cambio, despertaron bien temprano durante once años en Telecinco. La química de entonces volvió a florecer, a pesar del resto de contertulios habituales que intentaban meter baza para justificar su sueldo y, sin percatarse, rompían el clima del interés del programa cuando surge.
El conocerse para entenderse en directo de Màxim y Ana Rosa empezó a demostrar en directo, sin pretenderlo, qué falta al magacín de Mediaset: el contrapunto que hace grande a la comunicadora principal. Màxim, o Máximo, no se queda en la frase hecha y aporta reflexión con cierta enjundia. Aunque sea desde la distensión.
Y la emoción surgió cuando revivieron imágenes del pasado de las mañanas de Telecinco. Entonces, uno de los tertulianos del programa, El Cordobés, les soltó el incómodo piropo de conversación de ascensor que nadie te ha pedido: «Han mejorado», dijo. Ana Rosa, rápida, rebatió con su inteligencia: «Estamos bien, pero decir mejorar… no. Eso de estás mejor ahora, pues no«.
«Es un autoengaño», añadió Màxim sobre la frase hecha, mientras tiraba del hilo dialéctico con una espontaneidad que enriquece lo que toca. Eso es la base del buen magacín: ir más allá del lugar común y, así, esta entrevista llena de interrupciones descubrió las costuras de la tele atascada en debatientes fichados más por su aparente popularidad y pedigrí que por su ingenio y empatía social, destreza que les permitiría jugar en directo sin quedarse en el tópico que sólo produce eco. Los secundarios son los protagonistas necesarios para que brillen las grandes estrellas de la tele porque aportan contenido y no sólo continente. Son los que las hacen más grandes, más cercanas. O, en su defecto, son los que las pueden dejar solas. Solas, y con cara de póker.