Te hacen creer que vas a comerte el mundo y te acaba comiendo el mundo a ti
La vida son etapas y, para muchos jóvenes que acaban la universitaria, estudiar es lo único que han hecho durante toda su vida. Por ello, a algunos se les hace especialmente difícil sobrellevar la toma de decisiones determinantes sobre su futuro y la inserción en el mundo laboral.
Natalia, de 22 años, acabó Ingeniería Biomédica el curso pasado y cuenta a 20minutos que, durante este año, se ha sentido «muy muy perdida» y «sin saber qué hacer» con su vida, aunque ahora parece tener claro que cursará un máster. «Me dijeron que este grado tiene un montón de salidas, pero yo no sabría decir exactamente cuáles me interesan. Si hubiese sabido que el fin de la titulación iba a ser tan disperso y abierto, seguramente hubiese elegido otra carrera como Ingeniería Informática, a la que veo un futuro más marcado», explica la ingeniera.
Además, la joven duda si esta crisis que ha tenido nació de su autoexigencia, del miedo a tomar la decisión equivocada o de la presión que siente que hay puesta en su generación. «Se supone que somos los más preparados de la historia y nos hacen creer que los años de carrera son previos a comernos el mundo, pero acabas y te come el mundo a ti. Cuesta decidir qué paso dar», declara la joven.
Sin embargo, Natalia no cree que la dificultad para elegir esté en la multitud de opciones de másteres, especialidades o posgrados que hay, sino en que muchos universitarios acaban la carrera «por inercia» y sin plantearse a qué quieren dedicar su vida. Por eso defiende que «se debería dar mucha más importancia a las prácticas», porque en su grado, por ejemplo, «son voluntarias» y asegura que es imposible saber qué le motiva a cada uno o qué le crea interés hasta que «no se pone en funcionamiento lo aprendido».
«Se debería más importancia a las prácticas para saber qué te motiva o qué te crea interés»
Como ella, Lourdes, que tiene 23 años y se ha graduado en Relaciones Laborales, ha vivido una postcarrera «muy dura y ansiosa». «Después de entregar el TFG, tanto mis compañeras de universidad como yo sentimos un vacío y una incertidumbre muy grandes. Estuve tres meses echando currículums a sitios donde no me apetecía trabajar y solicitudes a másteres que no me interesaban. Fui ‘nini’ durante cinco meses, rechacé muchas admisiones y me daban ataques de ansiedad cada día«, explica la joven.
«Recurrí a terapia para tratar mi miedo al fracaso y un profesor de mi colegio, con el que seguía manteniendo relación y que también es orientador, se ofreció voluntario para ayudarme a encontrar mi ‘vocación’. Hicimos un estudio intensivo de todas las opciones laborales de mi carrera y al final estoy haciendo un máster especializado en asesoría jurídica. Sé que no es la salida habitual, por eso no la conocía, pero por fin me siento feliz y realizada», continúa la joven.
Lourdes asegura que el problema radica en que «la universidad se ha convertido en un objetivo en sí misma y no en un medio para llegar a algo» y que «el planteamiento inicial es erróneo» porque, antes de elegir una carrera, se debería decidir a qué quieres dedicar tu vida. Al fin y al cabo, tal y como la joven destaca: «Lo que estudies claro que te tiene que gustar, pero la universidad no es eterna y trabajar casi que sí».
«La universidad debería plantearse como un medio, no como un objetivo»
Por otro lado, Fernando, estudiante de último año del máster habilitante de Ingeniería Industrial, ha vivido su postcarrera de una manera totalmente distinta a Natalia y a Lourdes. «Entendí desde el principio de la titulación que era un camino de cuatro años, más dos de máster. Si no hubiera tenido que hacer un máster habilitante, lo más probable es que hubiera hecho otro de cualquier otra cosa», explica Fernando.
A pocos meses de terminar su formación, el estudiante define como «una suerte» tener claro a lo que quiere dedicarse, al mundo de las energías renovables, porque conoce casos de compañeros a los que «el vértigo de tomar una decisión sobre el futuro laboral» les empuja a estudiar el máster habilitante simplemente porque «es lo que toca».
«Supongo que, en cierta medida, el sistema educativo actual favorece que se den estas situaciones. Las universidades deberían dar más información sobre el mundo laboral. Cuanto mayor conocimiento tengas sobre las posibilidades que existen al terminar los estudios, más fácil será encontrar una motivación y lograr la famosa frase de ‘trabaja en lo que te gusta y no trabajarás nunca'», concluye el ingeniero.
«Entra dentro de la normalidad»
Valentín Martínez-Otero, Doctor en Psicología y en Ciencias de la Educación, explica a 20minutos que no trataría esta crisis como un «trastorno» porque sentirse perdido cuando acaba la formación, que hasta el momento es lo único que conoces, «entra dentro de la normalidad». «Es una preocupación grande que afecta considerablemente a casi todos los universitarios cuando terminan, en mayor o menor cuantía, pero suele afectar más gravemente a los estudiantes de grado con menor empleabilidad», comenta el especialista.
«Suele afectar más a los estudiantes de grados con menor empleabilidad»
«El problema realmente grave puede surgir por el desequilibrio entre lo que se te promete simplemente por estudiar un título universitario (trabajo, dinero, éxito) y otra cosa muy distinta es la realidad con la que te encuentras. Ese desequilibrio puede generar una discordancia que podría solucionarse con una actitud positiva y activa en la búsqueda de empleos, pero, lo más importante es normalizarlo, probablemente se supere con el tiempo», sigue el doctor.
Francisco López Rúperez, exdirector general de centros educativos del Ministerio de Educación y Cultura, explica que estas crisis se dan porque «los alumnos van madurando» y, cuando terminan los estudios superiores, «padecen los efectos de una insuficiente orientación profesional».
«En las carreras como medicina, abogacía o docencia, el itinerario de acceso al ámbito laboral está más establecido, pero, en las titulaciones abiertas, no. Además, la baja empleabilidad y la incertidumbre que sufren los graduados, sin descartar además un déficit de resiliencia asociado al miedo al fracaso, podrían también contribuir a estas bajadas de ánimo», explica el exdirector.
«La sobreprotección parental y el miedo al fracaso contribuyen a estas bajadas de ánimo»
Para Francisco, que esta generación esté siendo la más afectada por este tipo de crisis es debido a que «antes las relaciones entre formación y empleo eran más sencillas por lo que la orientación profesional no era tan necesaria como lo es hoy». Por eso, achaca la complejidad para elegir y la ansiedad derivada de esta a que «los jóvenes de hoy están peor preparados que los de generaciones anteriores para enfrentarse ante la adversidad» y a la «sobreprotección parental en la Universidad de forma parecida a como antes se manifestaba en el instituto».
Asimismo, defiende que la solución para atajar este problema de raíz es «con una orientación previa de calidad antes, e incluso después, de la elección de carrera». «Ese acompañamiento profesional proporciona información, no solo de salidas posibles, sino también de empleabilidad y, preferiblemente, desde una perspectiva global e internacional. Es la única forma para poder conciliar la formación y la vocación por una actividad poco demandada», concluye Francisco.