“Viajar es el mejor antídoto contra los prejuicios”
Más de cien países visitados, multitud de experiencias, un gran número de publicaciones y un abanico repleto de distinciones y premios avalan a Gervasio Sánchez como un referente del periodismo patrio que ha inspirado y alentado a muchas generaciones a dedicarse a esta profesión. Viajar y conocer en profundidad otras culturas fue su sueño de niño, un objetivo holgadamente cumplido que le ha dotado de un espíritu crítico sin fisuras.
Renfe propone en ‘¿Te inspira viajar?’ una serie de conversaciones con personalidades de prestigio en diferentes ámbitos de la cultura que indagan en sus vías de inspiración. A través de viajes, trayectos y recorridos, repasan los viajes que más les han marcado en sus vidas profesionales y personales.
Su inagotable repertorio de experiencias vividas en el extranjero, su visión sobre la rigurosidad periodística y su respeto a la hora de inmortalizar a los protagonistas de sus fotos lo posicionan como una de las voces más autorizadas del panorama nacional e internacional. Gervasio Sánchez tiene claro que volvería a repetir el camino que ha recorrido, puesto que su labor periodística, considera, le ha hecho más solidario, más empático y, en definitiva, mejor persona.
Vidas minadas, diez años, y ahora Vidas minadas. 25 años, más de 30 años Heraldo de Aragón, y más de 40 desde que te fuiste a tu primer conflicto armado. Haciendo retrospectiva, ¿cuál es la razón de todos estos viajes que has emprendido y por qué Fotoperiodismo?
Viajar era como mi sueño de niño. Yo quería viajar. Viajar porque cuando empecé a tener un poco de conciencia del mundo en el que vivía, inicié una colección de sellos. Los sellos me hicieron aprender las capitales de mis sellos, de los países de mis sellos, y de repente, a partir de los 14 años, pues tenía claro que quería ser periodista, porque los periodistas dicen que viajan.
Y decidí hacer periodismo porque quería viajar. O sea que por encima de cualquier cosa que yo haya hecho en esta vida, lo más importante era viajar. Y de hecho, a estas alturas de mi vida, que ya tengo muchos años, no me quiero marchar de este mundo sin haber conocido los países que me faltan por conocer, que son muchos, aunque también he conocido muchos países.
Viajar se convierte en una forma de vida. Y además creo que es una forma de vida inteligente, porque siempre digo que viajar es el mejor antídoto contra la estupidez. Viajar es el mejor antídoto contra los prejuicios. Viajar te provoca o te capacita para empatizar mejor con personas de otras culturas. Para entender sus problemas y acercarte a sus necesidades. A mí viajar me ha hecho mejor persona, me ha hecho más autocrítico, más crítico y creo que además tengo más conocimiento gracias a viajar.
En alguna ocasión dijo que era el intermediario entre el dolor y el olvido. ¿Cuál es la importancia que crees que tiene viajar como corresponsal de guerra?
Todos los conflictos armados hay que documentarlos sobre el terreno. Nunca he aceptado excusas para no ir a una guerra. Yo puedo aceptar que tú no quieras ir a una guerra. Pero a mí esto “es que es muy peligroso, es que es muy caro”, no me interesa. Son excusas que yo nunca las he tenido muy en cuenta. Y casi siempre he intentado enfrentarme a este tipo de excusas.
Si tú decides ser periodista de conflicto, vas a tener que ir a zonas de conflicto. E ir a zonas de conflicto no significa quedarte en un hotel a kilómetros y kilómetros y kilómetros del frente. Ir a un conflicto es ir a un conflicto. Si quieres ser un periodista de conflicto, tienes que ir al conflicto. Pero al corazón del conflicto.
Tienes que documentar lo que ocurra. Y tienes que tener bastante rigurosidad en tu forma de trabajar. Hay que ser cuidadoso porque hay periodistas que tienen tendencia a hacer crónicas desde lugares en el que parece que estás en el conflicto, cuando en realidad estás a kilómetros de un conflicto.
Hay que ser riguroso. El periodismo te obliga a ser riguroso en todas las formas de plantear cómo vas a trabajar una cobertura. Y no puedes hacer ver que estás en un sitio cuando no estás. No puedes, evidentemente, engañar. En esta evolución que tienes de tu vida profesional, lo más sagrado es la rigurosidad. Lo más sagrado es que nadie ponga en cuestión tu trabajo. Y esto es muy difícil de mantener. Porque hay momentos en los que uno tiene debilidades, no quiere asumir más riesgos, pero quiere estar en el sitio, pero no quiere ir más allá de un determinado lugar, pero tiene que presentarse ante su medio como que estás haciendo una cobertura de primera línea.
¿Y cómo te preparas o te inspiras para viajar al corazón del conflicto?
Creo que en una especialidad como la que yo hago, tiene que haber unas razones de peso personales para hacerlas. Yo fui muy joven también cuando empecé y evidentemente podía tener ideas peregrinas sobre lo que es un conflicto armado. Podía creer que en realidad es una aventura donde la adrenalina va a ser muy fundamental. Seguramente eso me ocurrió. Pero tuve la suerte de que siendo muy joven, con apenas 25 o 26 años, me di cuenta de que si quería cubrir una guerra, no podía ir por razones aventureras, ni por razones superficiales.
¿Por qué estoy aquí? Porque si no estoy aquí, yo y otras personas que están conmigo, no se hablaría de esta historia. De alguna forma estamos intentando mostrar a gente muy alejada, a miles de kilómetros, lo que está ocurriendo aquí, con el objetivo de que el impacto de lo que estamos mostrando pueda cambiar la situación de las personas que lo están sufriendo.
Quizá sean razones un poco peregrinas, en realidad, pero tienen que ser razones de peso. Yo voy a los lugares de conflicto porque sé con total claridad que una guerra sin cubrir es una guerra mucho más brutal para los civiles.
¿Qué dirías que te aporta a ti a nivel personal tu trabajo como corresponsal en cada sitio que has acudido?
Yo sinceramente no sé quién sería si no me hubiera dedicado a esta especialidad del periodismo. Lo que tengo muy claro es que no sería mejor persona. Lo que tengo muy claro es que no sería tan autocrítico como soy, ni tan crítico como soy con el poder político y el poder económico, y seguramente no sería tan claro hablando como intento serlo siempre, diciendo las cosas o llamando las cosas por su nombre. El contacto con las víctimas me ha hecho más solidario, empatizo con el dolor ajeno con más facilidad. Tal y como yo lo he vivido en toda mi carrera profesional, tengo clarísimo que me ha hecho mejor de lo que sería en cualquier otra especialidad del periodismo o en cualquier otra profesión.
¿Te esperabas que aflorasen amistades tan fuertes y tan vinculantes en lugares como los que has acudido?
Cuando yo empecé Vidas Minadas, en 1995, mi objetivo principal era encontrar historias personalizadas en los países que yo preseleccioné, porque eran los países con más minas en el mundo, con más víctimas en el mundo, o algunos de los países con los que yo había trabajado en las coberturas duras de los años 80, especialmente Centroamérica y Balcanes. Y el encuentro con los personajes me permitió abrir una historia que yo, sinceramente, tengo que decir que en el año 97, cuando yo presenté Vidas Minadas por primera vez, las daba ya como cerradas. Yo presenté Vidas Minadas con la idea de que me iba a dedicar a otra cosa. Y de hecho me dediqué a otras cosas también. Pero con el paso de los años decidí que quizás una recuperación de algunos de los personajes infantiles en el 2002, cinco años después, podía ser interesante.
En el 2023 presento Vidas Minadas. 25 años y el resultado de este trabajo está presente en mi vida desde el 2009. Entre el 2009 y el 2023 he hecho fotografías para este proyecto, no se las he mostrado a nadie y no las he publicado a la espera de poder publicarlas en este libro fotográfico y en esta exposición itinerante.
He llegado a la conclusión clara de que los protagonistas de Vidas Minadas son mi familia universal, con los que tengo incluso más relación que con mis familiares más cercanos. Sofía me llama papá y a su hijo último le he puesto mi nombre. Entonces, hay una relación muy estrecha, porque las relaciones se han fortalecido, como se fortalecen todas las relaciones. En el contacto a menudo regular, una relación se potencia, se hace más fuerte. Si funciona bien, pues es un gran placer. Y si funciona mal, pues antes de caer en la dinámica de mal rollo, pues la liquidas y ya está. Y en este caso, mi relación con ellos se ha ido estrechando con el tiempo. También creo que es importante ver cómo estas personas siguen confiando en mí. Quizá porque yo nunca jamás les he traicionado, nunca jamás he tomado fotografías de Sofía que le pudiera avergonzar.
¿Qué es lo que te inspira para ir a viajar con tantas fuerzas y sin fisuras, como dijiste en el documental Morir para contar?
A mí no se me ha perdido nada de la guerra. Mi casa está pagada, tengo una pareja con la que llevo 39 años, tengo un hijo de 25 años, tengo cervezas frías en la nevera, tengo calefacción cuando hace frío, tengo aire acondicionado cuando hace calor, tengo un par de buenas botellas de ron guatemalteco… Realmente, tienes que buscar razones muy de peso. Y yo quiero que el dolor de las víctimas me golpee. Porque si yo no siento el dolor de las víctimas, no voy a poder transmitir con decencia. Y esto para mí es muy importante.
¿A qué vas a las guerras? Tienes que ir por razones de peso. A mí me emociona que mis trabajos puedan significar también un beneficio para los propios protagonistas. Cuando de repente estás haciendo un trabajo y alguien se siente contento con el resultado final. Te dice, gracias por captarme con respeto. A mí esto me parece como fundamental. No me gusta el periodismo de correr, de trampear, de interesarme solamente por una declaración. Y si te he visto, no me acuerdo. Me gusta más el periodismo de profundidad. El periodismo que sirve para mostrar con contundencia las cosas que ocurren en el mundo complejo en el que vivimos.
¿Cuál es el viaje que más te ha sorprendido?
Yo estuve cuando acabó la guerra de El Salvador en el 92, estuve presente en el momento en que se firmaba la paz. Había un momento de gran ebullición. Ya se acababa la guerra. Los finales de las guerras son siempre muy bonitos. Se acaba la guerra y empieza un nuevo proceso. Cuando se firmó la paz en Bosnia fue muy potente.
Es muy emocionante ver gente que tú apreciabas, que querías, con los que tenías relación, que ya no tenían que preocuparse porque les cayese una bomba encima. Los procesos de pacificación siempre son muy emocionantes.
¿Y cuál dirías que es el viaje que más te ha aportado a nivel personal? ¿Y cuál es el que te falta?
En casi todos los viajes hay una aportación personal. Hay un beneficio personal. Hay momentos muy traumáticos. Momentos que te golpean. Momentos inolvidables. Momentos muy positivos, momentos muy negativos. Hay países a los que te acabas vinculando porque han pasado cosas.
¿Qué viaje te gustaría repetir más allá de tu trabajo?
Yo creo que más o menos conozco 105 países en el mundo, algunos muy de paso y otros muy bien, pero mi objetivo en esta vida es no morirme sin haber visitado el resto de los países que hay en el mundo. Me gustaría conocer el resto de países que existen, no conozco y viajar en algunos países que aun conociendo me gustaría viajar mucho más. Por ejemplo, he estado en muchas coberturas en África, durísimas, pero me gustaría viajar por el África más visual, más cultural, el África de verdad. Poder hacer un viaje largo o recorrer el mundo entero en tren sería fantástico.
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