Llamo a las cosas como me da la gana

 Llamo a las cosas como me da la gana



Ya hemos dicho que entre las funciones que no deberíamos subcontratar en la clase política está la capacidad de ponerle nombre a las cosas. Con mucha frecuencia, los políticos y sus siervos retuercen el lenguaje, lo pervierten y, de vez en cuando, inventan expresiones como “marco de diálogo”, “problemas de agenda”, “relator”, “abordaje transversal” o “vertebración del territorio” que son auténticas aberraciones. Hay que estar muy atentos. Hablar como un político es un vicio pegajoso, grave y que aumenta el riesgo de problemas de salud.

Tampoco deberíamos fiarnos del periodismo, mejorando lo presente. Existe desde hace tiempo una preocupante sumisión a la mercadotecnia y una fascinación irritante por las marcas y por el curioso fenómeno del “naming”. Un club privado pacta con una marca comercial que su estadio se va a llamar durante dos años Plásticos Manolo Stadium. Está muy bien. Todos nos alegramos por su acuerdo, pero ¿estamos obligados realmente a llamar así al campo de fútbol?

Mi opinión es que no. El estadio tiene una historia y una trayectoria. Significa mucho para los aficionados, es parte de su vida y de su identidad. No tiene sentido llamarlo constantemente Plásticos Manolo Stadium cuando, además, el periodista no cobra por ello. Estamos haciéndole el trabajo a la empresa y al club. Si quieren que se use ese nombre, que, al menos, pasen por caja. Los que tienen su palabra a la venta lo agradecerán y, si cobran por ello, que no se lo callen, por cierto.

No es, además, aceptable que el estadio se llame así dos años y después ya no. No me creo el cuento. No soy una antena ni un repetidor.

Algunos opinan que ahora el estadio se llama realmente así y yo les respondo que no, que no me engañan y que, además, yo llamo a las cosas como me da la gana y que un acuerdo comercial entre dos empresas no es más relevante para mí que una costumbre de cuarenta años. No es, además, aceptable que el estadio se llame así dos años y después ya no. No me creo el cuento. No soy una antena ni un repetidor. Y sí, deberíamos decir también Primera División y Segunda División y no esas chorradas que nos imponen cada dos años para denominar a las competiciones deportivas.

El cantante Manolo García, en una reciente entrevista, ha llamado a un conocido espacio de conciertos de Madrid el “Whisky Center”. Ha explicado sus argumentos con aplomo y personalidad y yo lo celebro. Afirma que no es necesario hacer publicidad de un banco cada vez que se habla de una sala de conciertos. Me fío de Manolo García porque es un gran letrista, un tipo sensible y no un papanatas deslumbrado por el brillo y la palabrería. Lo fácil, sin embargo, es dejarse llevar por la corriente, no quejarse nunca y ser una oveja más. Solo los iluminados, los elegidos y los artistas tienen un lenguaje propio.



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