¿Podemos seguir aparcando los debates que más nos afectarán a los españoles?
El debate de la amnistía regalada por Pedro Sánchez a Puigdemont a cambio de seguir en la Moncloa es importante. También lo son las cesiones masivas a los independentistas, incluidos los pactos en diferido con Bildu. Pero cuidado con vivir obsesionados con los mil y un avatares de la extraña coalición de progresistas y separatistas que ha permitido la reedición del actual gobierno de España porque estamos dejando en un segundo plano asuntos que deberían capitalizar gran parte de nuestra atención.
Si hacemos una breve enumeración de esos temas capitales, entenderá usted que no exagero. A ver, el cambio climático y la descarbonización de nuestra economía; la sequía; el envejecimiento de nuestra población y su impacto en las pensiones y en la sanidad; la revolución de la inteligencia artificial y la automatización de millones de trabajos que se perderán; nuestro retraso endémico en innovación; la escasa musculatura de nuestras empresas y su productividad raquítica; y, por último, nuestros excesivos niveles de paro, sobre todo entre los jóvenes, y de pobreza.
Pues bien, nos hemos enredado en un embrollo político tan formidable que hemos aparcado el debate de nuestros retos más acuciantes para centrarnos en nuestro show celtibérico, un aquelarre de verdades, medias verdades, mentiras y cambios de opinión en el que lo que antes parecía imposible, hoy es una realidad; y un esperpento que acabaremos pagando con intereses por el desahogo con el que nos hemos ‘olvidado’ de esos grandes asuntos.
Estamos enredados en nuestras cuitas palaciegas, reclamando qué hay de lo mío, mientras el mundo cambia a una velocidad que no somos ni capaces de asimilar. Y me puedo equivocar, pero me da que no estamos como para darnos ese lujo.